SER CATEQUISTA ES SER ORANTE CADA DÌA

SER CRISTIANO ES SER ORANTE

 

La Iglesia ha reconocido que necesita la vida de oración para poder tener vida interior. Su modelo es Jesús, en su dimensión orante. El teólogo Jean Laplace nos dice:

«¿Qué se puede saber de la oración de Jesús? ¿Se puede hablar de ella? Parece que en Él hay una existencia que nos sobrepasa. En el intento de penetrar en esta oración, cada evangelista habla de ella a su modo. Ninguno de ellos pretende desvelarnos el secreto de su totalidad. Más bien, lo sugieren, presentando sucesivamente con discreción algunos rasgos».[1]

Jesús aparece a todo lo largo del evangelio como el gran orante: «De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración» (Mc 1,35); «Sucedió que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en oración, se abrió el cielo, y bajó sobre él el Espíritu Santo» (Lc 3,21-22); «Y sucedió que, estando él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: “Señor, enséñanos a orar”» (Lc 11,1). Y también enseñando a orar, destacamos estas palabras: «Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mt 6,6); «Velad y orad, para que no caigáis en la tentación; que el Espíritu está pronto, pero la carne es débil» (Mt 26,41).

La oración es la única forma de relacionarnos con Dios. Si la Iglesia no enseñara a orar se vaciaría de interioridad y perdería el sentido de su existencia. Aunque se está dando pasos hacia delante, hemos de reconocer que uno de los grandes vacíos en la Iglesia actual es la falta de hombres y mujeres que sepan enseñar a orar partiendo de su propia experiencia y de los conocimientos que imparte el Magisterio.

Algunos textos nos conciencian de esta gran realidad:

«La Iglesia es la sociedad de los que oran. Su fin primordial es enseñar a orar» (Pablo VI).[2]

«… la perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral es la de la santidad… Para esta pedagogía de la santidad es necesario un cristianismo que se distinga ante todo en el arte de la oración… Es preciso aprender a orar, como aprendiendo de nuevo este arte de los labios mismos del divino Maestro, como los primeros discípulos: “Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1) …» (Juan Pablo II, NMI 31-32).

«… Pero se equivocan quien piense que el común de los cristianos se puede conformar con una oración superficial, incapaz de llenar su vida… Hace falta, pues, que la educación en la oración se convierta de alguna manera en un punto determinante de toda programación pastoral… Cuánto ayudaría que no sólo en las comunidades religiosas, sino también en las parroquiales, nos esforzáramos más para que todo el ambiente espiritual estuviera marcado por la oración…» (Juan Pablo II, NMI 34).

«…Sin la oración se pierde el sentido espiritual y trascendente de nuestra labor evangelizadora, y el cansancio y los fracasos pueden agotar a los mejores apóstoles y militantes cristianos. Debemos hacer espacios para el encuentro con Dios, que nos salva y nos envía.

«Es importante cultivar la oración no sólo cuando tenemos gusto de ella. El hombre no puede alcanzar en su vida nada verdaderamente grande sin disciplina y método, y esto es aplicable también a la vida interior» (Benedicto XVI).[3]

Todo ello nos lleva a pensar que ser cristiano es ser orante, porque la oración es el lugar privilegiado para la experiencia de Dios y para discernir cuál es la voluntad de Dios.

[1] J. Laplace, La oración, búsqueda y encuentro, Marova, Madrid 19782, 67.

[1] Pablo VI, Audiencia general 20.8.1966.

[1] J. Ratzinger, Servidor de vuestra alegría, Herder, Barcelona 2005,84

APRENDER EL SILENCIO

 (Mt 9:18). (Mt 9:21).  (Mt 9:22).
1) Una historia. Cuando Dios no responde.

Dicen que una vez un hombre era perseguido por varios malhechores que querían matarlo. El hombre se metió en una cueva. Los malhechores empezaron a buscarlo por las cuevas anteriores a la que él se encontraba. Con gran desesperación elevó una plegaria a Dios, de la siguiente manera: “Dios todopoderoso, haz que dos ángeles bajen y tapen la entrada, para que no entren a matarme”. En ese momento escuchó a los hombres acercándose a la cueva en la que estaba escondido, y vio que apareció una arañita. La arañita empezó a tejer una telaraña en la entrada. El hombre volvió a elevar otra plegaria, esta vez más angustiado: “Señor te pedí ángeles, no una araña”. Y Continuó: “Señor por favor, con tu mano poderosa coloca un muro fuerte en la entrada para que los hombres no puedan entrar a matarme”. Abrió los ojos esperando ver el muro tapando la entrada, y observó a la arañita tejiendo la telaraña. Estaban ya los malhechores entrando en la cueva anterior y el hombre quedó esperando su muerte. Cuando los malhechores estuvieron frente a la cueva donde se encontraba el hombre, ya la arañita había tapado toda la entrada, entonces se escuchó esta conversación:

– Vamos entremos a esta cueva.

– No. No ves que hasta hay telarañas, nadie ha entrado en esta cueva. Sigamos buscando en las demás.

Hay una frase muy bella que dice: “Si le pides a Dios un árbol, Él te lo dará… en forma de semilla”.

EL SILENCIO ES UN EJERCICIO:

 2) Características del silencio

Fundamental: es el fundamento de la paz, del conocimiento personal, de la oración.

El silencio es a la persona lo que los cimientos para una casa.
Principal: es el principio de la escucha, de la contemplación, de la oración, del estar centrado allí donde estás.

Difícil: es difícil porque estamos rodeados de ruidos, de dispersión, de invitación a hablar o a apropiarnos de cuanto hay fuera de nosotros con la mirada, con las manos, con todo el ser…

Personal: nadie puede hacer silencio por otro; verme en el agua de mi pozo solo lo puedo hacer yo.

3) Algunas pistas para el camino.

Iniciar en el silencio es una tarea urgente. Sin personas silenciosas no tendremos creyentes profundos, capaces de beber en la profundidad de las aguas que dan vida.

Sin personas silenciosas no tendremos escuchadores de Dios, a quien le gusta hablar en el silencio.

Sin personas silenciosas no tendremos creyentes construidos sobre la roca, y aunque parezcan palacios preciosos, cualquier viento los destruirá.

Cosas sencillas para llegar a ser personas silenciosas

Elegir una postura corporal, un lugar y una hora propicia del día para saber estar y dejar que las cosas que nos agitan y se agitan dentro de nosotros se calmen. Es necesario darse tiempo. La calma llega despacio, sin prisas, lentamente.

Elegir y gustar lentamente, como se gusta un caramelo, una frase (ya sea bíblica o no), un lugar de referencia que traemos a la imaginación porque allí nos encontramos bien. Se trata de contemplarlo, saborearlo como saboreas un caramelo en la boca.

Si eliges una frase tiene que ser breve.

Saber tratar los pensamientos que nos llegan durante el silencio. Muchas veces cuando intentamos hacer silencio es cuando más cosas se nos ocurren. Son las llamadas distracciones. Es importantísimo la estrategia de combate de las distracciones. Nunca el evitar las distracciones nos tiene que quitar la paz. La mejor estrategia es dejar que vengan y no prestarle atención; sobre todo no entres en diálogo con los pensamientos que te vengan; déjalos en paz y con paz, vuelve siempre a la frase, al lugar que has elegido para pacificarte. Durante un tiempo, esto será ya suficiente sin poder llegar nada más que a pequeñas oraciones o a una lectura breve de la Palabra de Dios.

Escucha es el primer mandamiento del amor de Dios a su pueblo: Escucha Israel (Dt 6,4). Es una invitación a usar los oídos para escuchar a Dios a través de las personas, de nosotros mismos, de la naturaleza. Es una invitación a renovar la fe a través de la escucha: la fe viene de la escucha. (Rom 10,17). Es una invitación a hacer silencio. La escucha nace en clima de silencio.

Vamos, entremos a esta cueva.

SACERDOTE LÁZARO ALBAR MARIN.

 

Una respuesta a “SER CATEQUISTA ES SER ORANTE CADA DÌA”

  1. erotik dice:

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