Una rica mujer de Pompeya murió con las manos llenas de joyas. (Lc 16,13)
Al remover las ruinas de Pompeya, ciudad italiana sepultada bajo las cenizas del Vesuvio en el año 79, se encontró el cuerpo de una mujer con las dos manos llenas de joyas: pulseras, collares, anillos y un par de magníficos zarcillos.
Los expertos aseguran que son notables muestras de la orfebrería de esa época. Uno se imagina a esa mujer: al ver acercarse el peligro, corre para salvar lo que tiene de más precioso, pero la lluvia de cenizas, más rápida que ella, la alcanza y la cubre con su manto de muerte.
Diecinueve siglos después de la catástrofe, ¡qué imagen de ese tesoro casi intacto al lado de un cuerpo sin vida! El dinero es el símbolo de todos los bienes que no son Dios. Es tan deseado y buscado porque promete todo tipo de placer, promete, sobre todo, seguridad; aquella seguridad que sólo Dios puede dar. Por eso el dinero es más peligroso antagonista de Dios, el más engañoso ídolo que puede perder al hombre. “Nadie puede obedecer a dos patrones,… Es imposible servir al mismo tiempo a Dios y a las riquezas”. (Mt 6,24)
En la carta a Timoteo 6,10 encontramos una expresión que, quizás, el autor de la carta reprodujo del diálogo “La República” del gran filósofo Platón: “La raíz de todos los males es el amor al dinero.
Pedro Chinaglia Salesiano (SDB)
Es una gran reflexión. Acerca del dinero, donde talvez para muchos es el dios de ellos. Pero miramos que nuestra mayor joya es llevar a Cristo Jesús impregnado en nuestro corazón haciendo lo que el nos pide. El amor al prójimo. Abrazos.