PARA PENSAR LA CATEQUESIS: NO ME IMPORTA EL ALMA DE MI MADRE SIN SU CUERPO

No me importa el alma de mi madre sin su cuerpo

Un día, al salir de una iglesia en la que había hablado yo de la resurrección de la carne, me esperaba a la puerta un muchacho cuyos ojos ardían. “¿Usted cree de veras, pero de veras en lo que acaba de predicar?” me preguntó. Sus palabras me sacudieron, porque eran tan ardientes como sus ojos y porque comprendí que de mi respuesta iban a depender muchas cosas para él. Cuando le dije que sí y que eso para la Iglesia era un dogma de fe y no una metáfora, vi cómo el fuego de sus ojos se convertía en luz serena. Me explicó que desde hacía diez años, exactamente desde el día del entierro de su madre, había perdido la fe; no era capaz de creer. Su madre había muerto estando él lejos de España y su padre había retrasado el entierro para que él llegara a tiempo. Y cuando él, antes que cerraran el ataúd, se había acercado para verla, apenas la había reconocido, tanto la enfermedad la había deformado..

Su madre había comenzado a…y el joven no fue capaz de pronunciar la palabra. Se detuvo aterrado. “Yo podía aceptar que mi madre muriera, pero no que a su cuerpo, que a mí me había dado la vida, le pasara aquello”. Por eso nunca me ha bastado saber que el alma de mi madre estaba en el cielo. Yo quiero su cuerpo, necesito recuperarlo tal y como era antes de aquel momento”.

“Lo recuperarás, le dije. Y vi como crecían sus ojos, cómo se expandía su alegría, cómo diez años de angustia se alejaban de él.

El gran misterio de nuestra fe es la muerte y resurrección de Jesucristo primicia, promesa y garantía de nuestra resurrección. Pablo lo dijo con extrema claridad “Si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo es que algunos de ustedes dicen que los muertos no resucitan? Si no hay resurrección de los muertos, tampoco Cristo resucitó” ( 1 Cor 15,12-13)

Y pensando en él entendí que para valorar el cuerpo humano hay que pensar en el santo cuerpo que nos engendró y comprendí, para siempre, que tiene que ser cierto que todos nuestros santos cuerpos resucitarán.

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