IV TEMA EL MÉTODO DEL CATEQUISTA
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LOS PRINCIPALES MÉTODOS
1.- A una misma meta se puede llegar por varios caminos con viajes diferentes.
Así para enseñar una verdad el catequista puede escoger varios caminos que se llaman métodos.
Expondremos con palabras sencillas los principales métodos.
- Método inductivo o viaje de ida. El catequista considera la respuesta del catecismo como un punto de partida. Después de haberla examinado se pregunta: Para entender esta fórmula, ¿qué ideas deben tener los niños? Esta y ésta… Procura entonces presentarlas de la mejor manera posible y del modo más atrayente para ellos, cuando hayan entendido bien las ideas y las palabras, les leerá a los niños la respuesta o la hará leer y la entenderán en seguida.
Pongamos un ejemplo práctico. El catequista debe explicar la fórmula del catecismo pequeño de S. Pío X: El alma es la parte espiritual del hombre por la que vive, entiende y es libre”
El catequista se preguntará: ¿cuáles son en esta fórmula las palabras que mis pequeños no conocen? Examinando hallará que son: “parte del hombre”, “espiritual”, “vivir”, “ser libre”.
Entonces puede empezar contando la creación de Adán, el cuerpo del hombre estaba allí, pero yacía, caído por tierra, no se movía, ni hablaba. Dios sopló… El hombre vivió, se levantó y comenzó a hablar… He ahí el hombre ya completo: antes de que Dios soplase, existía una sola parte del hombre, el cuerpo. Después del soplo estaba la otra parte: el alma (y así se entiende ya cómo el alma es parte del hombre).
Una parte importante. Sin el alma, el cuerpo de Adán quedaría inanimado por tierra, rígido, frío como una roca. Pero por el alma ya ha podido ponerse en pie, moverse y caminar. Es el alma la que da la vida, y hace vivir. Una roca no se mueve, ni crece, ni ve, porque está sin alma: los conejos, los lagartos, los pajaritos, comen, etc., porque tienen alma (inmaterial). (Y así los niños entienden que el alma es la que hace vivir).
Y continúan, haciendo que los niños conozcan y entiendan las palabras restantes, “espiritual”, “ser libre”.
Cuando finalmente ve que todas las ideas y palabras las entienden bien, el catequista presenta entonces la fórmula y dice: ahora, estad atentos porque aprendemos una fórmula interesante: “El alma es…”, ya la fórmula los niños no harán mala cara porque ya la conocen, la entienden en seguida y se convencen que la entienden fácilmente.
Este método es racional, agradable para los niños, pero un poco difícil para el catequista.
Es racional porque justamente procede de lo fácil a lo difícil, de lo que se sabe a lo que no se sabe.
Les agrada a los niños porque antes de que la respuesta llegue, los hace navegar a la aventura y a lo imprevisto; conocida la respuesta, clara y límpida, le da alegría como por un descubrimiento.
Es difícil porque requiere espíritu de iniciativa y preparación diligente.
3.- Método deductivo o viaje de vuelta. El catequista considera la respuesta como un punto de partida. La lee al niño, le explica cada palabra, aun las más fáciles; y no queda tranquilo hasta que todas las partes y todas las palabras no estén bien entendidas por el alumno.
Este método es más fácil para el catequista pero menos atrayente para los niños.
Por ejemplo: El catequista leerá en seguida toda la fórmula anterior. Después de haberla leído o hacerla leer, la explicará… ¿Entienden qué significa “espiritual”? Lo voy a decir. ¿Saben qué diferencia existe entre una cosa que vive y una cosa muerta? “Óiganme…”, etc. Al fin concluye:
“Espero que ahora sí hayan entendido la respuesta”.
Más fácil porque el catequista no tiene sino que seguir la fórmula. Desmontar un mecanismo es mucho más fácil que armarlo. Ahora bien, el método deductivo desmonta pieza por pieza el mecanismo de la fórmula, mientras que el método inductivo la reconstruye.
Menos atrayente para los niños, porque les presenta de pronto la fórmula no explicada, aún oscura, que no entienden y no les gusta.
4.- Los dos métodos precedentes pueden reunirse en viaje de ida y vuelta. Así: el catequista explica al principio la respuesta con el método inductivo, llevando a los niños a la conquista de la comprensión de la fórmula; una vez que la han entendido, la hace explicar por ellos deductivamente, preguntándoles sobre las palabras.
5.- El método inductivo no se ha de confundir con el intuitivo (Intuere, ver), quiere decir servirse de imágenes, hechos, ejemplos, etcétera, para hacer que el niño vea las cosas.
6.- Método activo. El catequista al enseñar no sólo se preocupa de hacer o hablar él mismo, sino sobre todo de hacer hablar a los niños y hacerlo usando todos los medios que tiene a su disposición.
“Es el método que usó Nuestro Señor, pero que se ha estudiado científicamente en estos últimos años: “La escuela activa”. Se ha comprobado esto: el hacer agradar a los niños; para hacer algo, el niño se ve obligado a reflexionar un poco; y después de haber obrado se le olvida menos.
Hay dos estudiantes: uno ha leído un tratado completo sobre la radio, el segundo ha construido un radio. No es ciertamente el primero el que conocerá mejor la radio.
Mira a un muchacho que va en su bicicleta por la calle. No se me ocurre siquiera preguntarle qué ha estudiado para ir en bicicleta. Ha ensayado y vuelto a ensayar y pronto será un campeón.
Por ejemplo, permaneciendo siempre en el mismo tema de la respuesta sobre el alma, el catequista ensayará con el método activo y pondrá en movimiento a los catequizandos; en vez de relatar él la creación de Adán, la hará repetir por un catequizando que ya la conozca; escribirá sobre el tablero la palabra que hay que explicar, o hará pasar adelante a dos, a quienes les dice: tú eres el alma y tú (al otro), el cuerpo… Estad atentos, os diré las preciosas cualidades de cada uno: vosotros diréis a vuestros compañeros lo que os he dicho, etcétera, y os completaréis mutuamente; después les mostrará una piedra y un grano de trigo, preguntando qué diferencia hay entre uno y otro; y después los hará levantarse para dar gracias al Señor por habernos dado el alma.
7.- No es preciso creer que el trabajo activo de un niño se reduce al cuaderno con unas cuantas pinturitas, oracioncitas o imágenes recortadas y pegadas. El catequista activo pone en juego todo lo que tiene el niño: la lengua interrogándolo a menudo y dejándolo hacer preguntas; los ojos, mostrándole imágenes, cartulinas, tarjetas postales, proyecciones luminosas, espectáculos de la naturaleza, objetos sagrados, etcétera; la fantasía, refiriéndoles historias interesantes, hechos, ejemplos; las manos, haciéndoles tocar todo cuanto es posible: objetos sagrados, invitándolos a hacer esquemas, tareas, oraciones escritas; los pies y todo el cuerpo llevándolos a visitar una parroquia, un cementerio, haciéndoles reproducir alguna escena del Evangelio; el deseo de compensar y desafiar, de ponerse a la cabeza, colocándolo en una escuadra que compita con otra; el deseo de llegar pronto a un resultado práctico habituándolo a rezar, a hacer la obra buena o sea la “victoria” o “fruto práctico”.
8.- Explicaremos después todas estas cosas que constituyen los varios aspectos del método activo. Baste por ahora anotar que el método activo puede abarcar todos los otros métodos: el deductivo, el intuitivo y otro más.
2.- LOS ASPECTOS MÁS IMPORTANTES DEL METODO ACTIVO
- a) Hacer hablar al niño
9.- En el catecismo hay tres casos: o habla el catequista solo como en un sermón (forma expositiva); el catequista interroga y el catequizando responde (forma interrogativa); o interrogo al catequizando y el catequista responde (forma dialogada). Pero podemos usar estas tres formas y tenemos un cuarto caso: forma mixta.
Para el niño es un suplicio oír hablar a los adultos, y el callar si no se trata de alguna narración. Ellos no soportan un discurso continuo más largo de dos minutos. El catequista por lo tanto debe usar sólo para aclarar brevemente la forma expositiva y recurrir continuamente a la interrogación y al diálogo.
10.- Las interrogaciones se hacen para ver si el alumno ha logrado asimilar lo explicado (forma catequística) o para llevarlo poco a poco a conocer otra verdad (forma socrática). La forma socrática es difícil, más fácil y frecuente es la forma catequística.
11.- Las preguntas hechas al niño deben ser sencillas y claras, que tengan una sola respuesta. No se dirá: quién y cuándo se fundó la Iglesia? Traería confusión a los niños, sino ¿quién fundó la Iglesia? y obtenida la respuesta; ¿cuándo se fundó?, no preguntas demasiado fáciles porque terminarán en juego y desorden; ni tampoco muy difíciles, porque se les descorazonará, sino variadas para no producir monotonía.
El catequista hará de ordinario primero la pregunta en general, después indicará al alumno qué debe responder y no al contrario; si no los alumnos no interrogados no prestarán atención.
No es conveniente sugerir al alumno la primera palabra o sílaba de la respuesta.
12.- A través de las preguntas el catequista verá y conocerá la prontitud, el ingenio, la diligencia de sus alumnos. Verá también si ha acertado para hacerse entender de ellos; verá que ciertas palabras que le parecían facilísimas, no habían sido entendidas o entendidas al revés. Son aún célebres los casos de aquel muchacho que creía que la Misa se llamaba “sacrificio” porque para asistir a ella se hacía penitencia; de aquel otro que preguntó si la especie eucarística bajo la que se esconde el Señor era el palio o tabernáculo; de un tercero que recitó durante un año los preceptos de la Iglesia sin entender nada sobre las “nupcias” que estaban prohibidas en ciertas épocas; y de un cuarto que contestó sobre cuáles eran los últimos sacramentos: “no existen, ya se los dieron a mi abuela”.
13.- El diálogo del niño con el catequista es excelente: prueba que el niño se interesa, pone empeño en las lecciones, pero exige del catequista ciencia, habilidad y prudencia.
Ciencia, para no hallarse desorientado para responder a ciertas preguntas.
Habilidad; para hacer guardar bien la disciplina, (“hacer hablar” no “dejar hablar”), para no perder tiempo inútilmente, para distinguir en seguida al pequeño que interroga para distraer y hacer reír, para desviar la pregunta que no tiene nada qué ver con la lección del día.
- b) Hacer retener
14.- Moisés en el desierto tocó con un bastón la roca dura y brotó de ella agua refrescante. Una campana está muda y silenciosa mientras no se le toca, tocada por el badajo, difunde sonido poderoso que vuela por kilómetros. Los fósforos sin frotar, son cosas insignificantes pero al frotarlos hacen brotar luz y calor.
La roca, la campana, el fósforo son imágenes de las fórmulas y definiciones del catecismo. Son como cosas áridas, mudas, insignificantes mientras no se las explica ya) explicarlas debidamente se vuelven fecundas, fuentes de luz esplendorosa.
15.- Se equivoca, pues, quien quiera abolir las fórmulas y definiciones y el estudio de memoria del catecismo.
Algunas expresiones y fórmulas del Derecho o de la. Química, porque exigen precisión y exactitud se estudian de memoria por los alumnos del liceo o de la universidad.
En la religión hay verdades importantes, delicadas y difíciles. ¿Qué mal se sigue de que se las dé como condensadas en fórmulas precisas para que las conserven en la memoria los pequeños?
La fórmula aprendida de memoria es como una percha, a la que quedamos adheridos no obstante el pasar de los años, en los conocimientos religiosos más importantes.
Tanto más en cuanto que ciertas fórmulas no le servirán al niño en el momento actual sino en el futuro. Por ejemplo, la enseñanza sobre el matrimonio, la extremaunción. ¿Y cómo servirán después si no podemos recordarlas?
Por otra parte, ¿no es la memoria una facultad para ejercitar y hacer trabajar recordando?
16.- Pero se equívoca también quien abusa de la memoria y hace consistir el catecismo en sólo aprender de memoria fórmulas y definiciones.
Ketteler, ilustre obispo de Maguncia, define como delito hacer aprender al niño fórmulas que no entiende.
Y eso es en verdad delito porque impone una fatiga ímproba al niño, dejándolo en la ignorancia y dándole la idea de que el catecismo sea únicamente un conjunto de cosas sin sentido, difíciles y abstrusas.
17.- En otros tiempos, la fórmula o definición se le hacía seguir en varias etapas: a) Definición aprendida de memoria; b) explicada por el catequista; c) llevada a la práctica.
El método más adelantado es: a) Fórmula explicada bien por el catequista; b) Fórmula estudiada de memoria; c) Fórmula practicada.
18.- El catequista por tanto no hará aprender de memoria la definición si no la ha explicado antes bien.
Y además de explicarla, hacerla amar presentándola en una luz atrayente y simpática.
Y con esto se facilita el aprendizaje. Cuando por ejemplo se ha repetido la definición y la ha hecho sentir hondamente (recitada por el catequista, leída por un alumno o recitada por todos a la vez en coro), los niños quedan con la impresión de saberla ya o poderla aprender fácilmente y la estudian entonces con gusto.
c) Hacer ver con los ojos
19.- Los ojos tienen como hambre y sed de colores, de vistas y por esto se quedan como extasiados ante las proyecciones luminosas, los cartelones o láminas bellamente coloreados.
Cuando se hace ver un cuadro, la primera impresión del niño es de estupor: “¡Oh!…”. Después de aprobación: “qué bello cuadro!”. Después vienen los comentarios y observaciones: “La Virgen es guapa”, “El sol entra por la ventana”. Se nota que los niños se impresionan, sobre todo por las cosas particulares (la cola de un perro, la cabeza de un caballo, el gorro de un soldado), al contrario de las personas mayores que ven enseguida el conjunto y después pasan a lo particular.
20.- Pero no basta mostrar el cuadro: es preciso tener el arte de hacerlo vivo y diciente. No se debe tener miedo de no ir muy aprisa, pues cuando se explica un cuadro, hay que explicarlo todo: quiénes son los personajes, qué sucedió, qué hicieron, qué están haciendo, de qué sentimientos parecen animados. Y poner en la boca de los personajes palabras y discursos apropiados, de modo que los niños tengan ante sí como una escena viva y animada. Se puede llegar hasta hablar en nombre de los niños al Jesús del cuadro y hacer hablar a los niños con el mismo Jesús.
Los cuadros o imágenes imprimen la escena fuertemente en la fantasía, hacen a los niños atentos e interesados, y sirven mucho para despertar buenos sentimientos.
21.- El cuadro o imagen puede mostrarse desde el principio de la lección, si ilustra un concepto; cuando se recuerda un hecho, se puede primero narrar el hecho y después mostrar la imagen; si se trata de una figura (crucifijo, la Virgen, San Luis), que sirve para edificar a los niños, se les muestra al momento de la explicación práctica.
22.- El tablero ayuda también mucho para hacer ver a los niños: un nombre difícil que excita la curiosidad y el interés, visto con los ojos, además de oírlo, se recordará fácilmente; un dibujo, un esquema, un título de la lección que sirve para excitar la atención y recordar mejore) hecho.
- d) Hacer ver a la fantasía
23.- Un niño debe recorrer un pedazo de bajada en invierno. El pavimento está liso por el hielo. El niño siente miedo y dice: Cuántas vueltas y revueltas y piruetas deberé hacer antes de llegar abajo. Él no quiere las piruetas y con todo prevé que hará algunas. En él hay una fuerte voluntad de no caer, pero al mismo tiempo prevé que caerá; la una no destruye la otra.
Algo parecido sucede al que va a confesarse. Hace el propósito firme de no cometer más aquel pecado, pero al mismo tiempo prevé que caerá en ese pecado. Una cosa es el propósito y otra la previsión.
Esto es simplemente una comparación. Con él, a base de semejanzas, el catequista explica en pocas palabras un concepto un poco difícil: que la previsión de cometer el pecado no es la voluntad de pecar.
24.- Los ejemplos a veces son casos prácticos en los que se ve la materia enseñada. Pongamos uno sobre la obligación de restituir.
“Antonio es un campesino. Tiene en el establo cuatro vaquitas y lleva la leche a la lechería. Pero cada día pone a la leche un poco de agua, porque dice: “Así pesa más y recibo mejor paga”. ¿Hace bien o mal Antonio? Responde tú, Ernesto.
—Mal.
—Hace mal, comete pecado. ¿Contra qué mandamiento ha pecado?
—Contra el séptimo: no robar.
—Bien. ¿Y por qué ha pecado contra el séptimo mandamiento?
—Porque ha robado a los que compran la leche.
—Bien. Pero el que ha robado, ¿basta que se confiese?
—No, debe restituir.
Y así debe hacerlo Antonio. No basta que se confiese de haberle echado agua a la leche, sino que debe reparar el daño causado, restituyendo el dinero a la lechería.
25.- Pero sobre todo le gustan a los niños las historietas. Los cuentos tienen las ventajas de la comparación y de los ejemplos y además dan luz a la inteligencia, incitan al bien obrar, y sirven para guardar la disciplina de la clase. Las mejores narraciones son las tomadas del Evangelio y de la Historia Sagrada. Otras pueden tomarse de la vida de los santos o de la historia, con tal de que sean verdaderas. Alguna vez, si contamos cuentos, hechos inverosímiles, parábolas, entonces es preciso decir a los niños que son cosas inventadas.
26.- El saber contar bien es una de las mejores cualidades del catequista. Tendrá éxito si se hace niño como los niños y se adapta a sus gustos, haciendo ver y hablar a. través de los personajes de la narración, dramatizando las cosas.
Así por ejemplo debemos contar a los niños el hecho de la capa de San Martín; no bastará decir: “Un pobre pidió un día limosna a San Martín: éste no teniendo otra cosa, cortó con la espada su manto y le dio la mitad”. Este modo de contar no le dice nada al niño: él desea saber el largo de la capa, las palabras, los personajes. Quiere casi ver la cosa. Y entonces es preciso describir el ambiente, los vestidos, hacer hablar a los personajes. De este modo: Ahora todos atentos, porque voy a referir una bella historia. Era una mañana de invierno, había caído la nieve y hacía mucho frío. Por el camino se hallaba un pobre: descalzo, vestido con unos andrajos, castañeteaba los dientes y tiritaba de frío. Y entonces venía por el mismo camino un soldado a caballo. Se llamaba Martín. El pobre extendió la mano temblorosa y dijo: Tengo tanto frío, hágame la caridad. Martín respondió: perdóneme, no tengo nada en este momento. Pero en seguida pensó: ¿y si le diera la mitad de mi manto? Paró el caballo, llamó al pobre y le dijo: toma un pedazo de mi manto y con la espada lo dividió en dos y le dio la mitad, etcétera.
Mientras se narra, se deben usar frases, palabras concretas, para arrojar luz donde debe resplandecer. En el ejemplo anterior lo que había que poner a la vista era la caridad, el buen corazón de San Martín. La luz por tanto se hallaba en el acto caritativo y no en otra cosa.
Supongamos que el catequista se distraiga sobre la descripción del caballo que se acerca… “Se oye por el camino el ruido de un caballo, troc, troc…”. El caballo ya está allí. Lo monta un soldado atrevido, con la espada al lado, con casco en la cabeza”. Todo esto interesará a los niños por el trote, por la espada, por el casco, pero hará poner a segundo término la limosna y la piedad del soldado.
27.- Se quiere hacer ver la verdad que se está explicando y el ejemplo debe estar estrechamente unido a la verdad explicada o parte del catecismo, y no como un caramelo azucarado, separado, que se da para hacer aceptar un alimento o medicina desagradable. No diga: Estad atentos que después os contaré una historia interesante. Con esto parece como que el catecismo no fuera interesante. Sin embargo esto no impide que se cuente algo cuando se nota cansancio en los niños o hacia el fin de la explicación.
- e) Hacer mover las manos y los pies
28.- Los niños no saben aún escribir y tienen en la mano con delirio, tiza, pedazos de carbón y con ellos emborronan papeles y hacen figuras y mamarrachos en las paredes de la calle, en los libros o periódicos, que tienen al alcance. Eso explica que expresan gustosamente con el diseño lo que se les ha sugerido y lo mismo pueden aprovechar de sus pequeñas experiencias en la enseñanza religiosa. Así nació lo que se llama “cuaderno de religión” Gel “cuaderno activo de apuntes”.
29.- De eso resulta un gran bien: hace que el niño se aplique al catecismo como a una cosa interesante y hermosa y muy suya; enseña a aprender de memoria una cosa mejor y a retener lo aprendido, hacen que en la casa se interesen en el catecismo, el papá, la mamá, la hermanita, llamados por el pequeño para que lo ayuden en la pintura que tiene que hacer, en la imagen para escoger, etcétera. Se verifica el caso del pequeño que sin saberlo hace bien al padre, al tío, que no van a escuchar la palabra de Dios en la Iglesia, más la vienen a escuchar gustosos a través del cuaderno del hijo o del sobrino.
30.- Pero entendámonos: El diseño lo hace el que tiene disposición; los niños no tienen disposición o aptitud para hacerlo por sí mismos, escriben sobre el cuaderno alguna otra cosa colorean las imágenes ya dibujadas previamente, ponen bajo la imagen una, dos o tres líneas de comentario, completan frases indicadas por el catequista, o ya estampa das en el cuaderno; hacen sus oracioncitas propias, resúmenes, cuentos, etcétera. Y no importa que los dibujos sean toscos, o las expresiones llenas de errores gramática les. Lo importante es que el muchacho exprese espontáneamente, como mejor pueda y sepa, sobre el cuaderno sus pensamientos y sentimientos religiosos.
31.- No hay sólo el cuaderno para hacer mover al niño. También se pueden hacer mover las manos y los pies y todo el cuerpo de varios modos. Por ejemplo con juegos catequísticos, con escenas catequísticas, con visitas a la Iglesia, a la sacristía para ver y tocar los ornamentos sagrados, la piedra o para del altar, etcétera. O cuando los niños deben preparar el material didáctico de la lección sobre la liturgia, haciendo en la casa la pequeña casulla, la estola, o fabricando el altarcito con todos los objetos del culto, etcétera.
- f) Trabajar en partidos o grupos
32.- Observad los juegos de los niños de 9 a 12 años: la mayoría son a veces a base de partidos distintos. Dad una ojeada al deporte: todo es a base de grupos, partidos, o concursos, primeros puestos, victorias y puntajes. La gente, pero sobre todo los muchachos, tienen para estos juegos una gran afición. La competencia o espíritu de con curso se siente hoy por doquier; por eso se puede llevar con éxito el trabajo de grupos, partidos o desafíos, al catecismo.
33.- Un ejemplo: Hay una clase de doce niños: se dividen y se forman tres grupos de cuatro cada uno y para cada uno de ellos se escoge un capitán que debe dirigir, advertir y reclamar a los otros. Se establece un sistema de puntos: el punto para el que está presente, otro para el que sabe mejor de memoria la lección, otro para el que le da mejor sentido, otro para el que tiene mejor página activa del cuaderno, etc. Los puntos se suman y dan puntos para el partido o para el grupo, que se van señalando sucesivamente en un gráfico. La escuadra que reúna de primera un determinado número de puntos, queda vencedora.
34.- Este sistema es fructuoso sólo con niños de 9 a 12 años; se requiere en el catequista práctica, entusiasmo, tiempo; haciéndolo funcionar bien produce varias ventajas: hace trabajar mucho a los niños, estimula una sana emulación (se trabaja por el partido o grupo, no por uno en particular), educa en la fraternidad, hace animada y serena la catequesis, enseña a los capitanes a preocuparse por sus compañeros, por tanto los habilita para el apostolado, pone a los niños en contacto con el catequista, quien así los puede conocer e instruir mejor.
35.- Para que el trabajo en esta forma tenga éxito, es necesario que los capitanes sean aptos, niños de energía, que tengan prestigio entre los demás de la grupo; los grupos sean al menos tres, equilibradas en sus fuerzas o sea casi iguales en la inteligencia y capacidad de sus miembros; se escoge para cada grupo un hermoso y llamativo nombre de batalla, un distintivo; para anotar los puntos se toma algo imaginativo (recorrido del mundo, subida a la montaña, etcétera), se procura que la escuadra vencedora tenga su premio y aun premios individuales por la buena conducta, por la presencia.
- g) Enseñar a orar bien
36.- Supongamos que un catequista llega a hacer de sus alumnos cristianos que oren. Este ha obtenido muchísimo. En la práctica no siempre se obtiene este resultado; hay muchos niños y cristianos que dicen orar, pero pocos oran.
Dos cosas debe hacer el catequista para remediar este inconveniente: dar al alumno un concepto, amplio, simpático, de la oración y llevarlo a la práctica de la oración.
37.- De aquí algunos principios que hay que inculcar un poco a la vez entre los niños, a fin de darles un concepto justo, simpático, de la oración.
1) Orar quiere decir hablar con el Señor y no sólo del cielo, del alma, sino de cualquier cosa, propiamente “charlar”; y como se hace con un amigo se le puede hablar del papá, de la mamá, de la redacción, del juego; y Él no está lejos, sino muy cerca y se siente muy contento de que le hablemos.
2) Orar es fácil: no se necesita que la oración sea larga o corta, el Señor no la mide con el metro, y si no se presenta la fórmula de oración conocida basta la palabra que uso conmigo mismo, sea en castellano o en inglés, aun con faltas y errores de gramática.
3) No se ora solamente en la Iglesia, sino en todas partes y cuando se quiera: en el camino, en la escuela, en la casa, durante el juego, el niño puede recogerse un momento, saludar a Jesús, darle gracias, pedirle perdón, sin que nadie se dé cuenta.
38.- Y he aquí algunos medios para la práctica:
1) El ejemplo del catequista, que ora delante de sus niños con convicción, compostura y seriedad.
2) Dar a la oración recitada en común un tono piadoso, evitando los sonsonetes chocantes, haciendo pausas justas.
3) Variar a veces la fórmula y el modo de recitarla para quitar la monotonía, la rutina, el mecanismo e introducir la novedad, que sorprende siempre agradablemente a los niños; por ejemplo:
Reza sólo el catequista, lentamente, tranquilamente, pero con palabras vibrantes, llenas de fe, mientras los niños siguen con recogimiento.
Reza un solo niño y los otros le siguen en silencio.
Reza toda la clase, pero a media voz, con pausas después de cada frase.
Se sustituye a la oración con un canto (“hoy haremos una oración cantada”), etcétera.
4) Preparar, explicar la oración que se va recitando o se va a rezar, indicando cosas y circunstancias que impresionen al niño. Por ejemplo: “Vuestro compañerito está enfermo, oremos por él”… “Hoy es sábado, y el día de la Virgen, oremos a esta buena Madre”… Otras veces al recitar el Padre nuestro… “esperad, habéis dicho ‘el pan nuestro de cada día dánosle hoy’, porque para obtener el pan hay que pedir que vuestro padre halle trabajo, tenga salud, pidámosle al Señor que le ayude…”.
5) Recalcar a veces el pensamiento de que Dios todo lo ve, que es bueno, que tiene providencia, que todo depende de Él, de modo que el niño se vaya llenando del espíritu de fe, que le haga atribuir a Dios los sucesos personales, familiares y sociales y lo haga recurrir a Él.
6) Cuidar mucho de la postura que tenga el niño durante la oración, habituándolo a que se presente bien compuesto, con las manos juntas: corregir el defecto que tenga en el hacer la señal de la cruz, insistir a fin de que en la casa rece sus oraciones de rodillas por la mañana y por la noche.
7) Enseñar a transformar en oración las fórmulas del catecismo que ya entienda. Sea la fórmula siguiente: Del alma debemos tener el mayor cuidado porque sólo salvando el alma seremos eternamente felices. Añadiendo o cambiando muy poco, tendremos: “creo, ¡oh! Señor, que el alma debe cuidarse diligentemente porque sólo salvando el alma seré eternamente feliz”.
Usando estos u otros medios, el niño halla gusto en la oración, la practica con espontaneidad, se habitúa a hacer sus fórmulas propias y usa la oración como medio para llegar a ser mejor.
- h) Llevar a la práctica
39.- Una lección de catecismo no se ha hecho bien si no lleva a los niños a ejecutar alguna obra buena. El niño cuando ha entendido una cosa quiere en seguida probarla; se ha impresionado, se halla listo a obrar. Por otra parte, es necesario hacerle entender que el catecismo no se aprende para ser muy sabio, sino muy bueno y hacer obras buenas; no es sólo enseñanza, sino vida.
40.- Es muy importante hacer que al fin de cada lección se llegue a alguna buena acción o victoria sobre los entusiasmos. El catequista debe insistir para que se haga la buena acción y en la lección siguiente pregunte si se ha hecho. Si el niño ve que el catequista pide la página activa del cuaderno y la lección de memoria y olvida preguntar si ha realizado la buena acción, concluye: la buena acción no tiene ninguna importancia.
41.- Las buenas acciones que se sugieren a los niños, deben ser bien determinadas y adaptadas a ellos. No basta decir: “sed buenos” o añadir “procurad ser obedientes”, sino que hay que determinar cuándo y de qué manera: “hoy haréis todo lo que mamá ordene sin murmurar, por amor a Jesús” o también “si habéis faltado, esta noche al ir a la cama pediréis perdón al Señor”, etcétera.
42.- Sobre todo el catequista debe preocuparse para que sus alumnos vayan espontáneamente a las prácticas religiosas, frecuenten los sacramentos; y use toda su influencia, la persuasión de que es capaz, para hacer que asistan bien a la Santa Misa en las fiestas, que se confiesen con frecuencia y bien, que se acerquen a la Sagrada Comunión.
Para este fin debe aprovechar aun los encuentros casuales que tiene con sus alumnos fuera de la catequesis y de la escuela . Si los halla por la calle, pregúnteles en qué van de la página activa del cuaderno de catecismo, la “buena acción”, si se han acordado de sus oraciones.
PREGUNTAS Y CASOS
¿En qué consiste el método inductivo, el deductivo y el intuitivo? (2-3-5).
¿Por qué se usa hoy el método activo? (6-16), etc.
¿El método activo consiste en hacer el cuaderno simplemente? (7).
¿El método activo hace perder mucho tiempo? (21).
¿El método activo reduce el catecismo a un juego? (16-etc.). ¿El método activo es difícil?
¿Es preciso hacer tantas preguntas al niño? (9). ¿Cómo deben ser las preguntas? (11).
¿Basta ser un buen predicador para enseñare! catecismo? (9).
¿Si se deja de hablar a los niños viene luego la confusión? (13).
¿Es una barbaridad el! hacer aprender las respuestas de memoria? (15-16).
¿Qué regla se sigue para hacer aprender de memoria? (17). ¿Por qué son útiles los cuadros o imágenes? (19). ¿Cómo se explica un cuadro o pintura? (20-21). ¿El tablero no es necesario? (22).
¿Qué diferencia hay entre un “comparación”, un ejemplo y un cuento? (23-25).
¿Por qué el saber contar una historia es una de las más bellas cualidades del catequista? (18, etc.).
¿Por qué es útil el cuaderno de religión? (29).
“mis alumnos no gustan de hacer dibujos!” (30) ¿Qué significa “Movilizar”?; ¿Qué quiere decir eso en el catecismo? (16-31).
“¿El trabajo en partidos o escuadras es una perdedera de tiempo?” (34).
¿En todas las clases y cursos debe haber escuadras o partidos? (34).
¿Cómo se organiza el trabajo con partidos? ¿Cómo presentar la oración a los catequizandos? ¿Cómo los haré orar?
Transforma en oración cualquier fórmula del catecismo. “Pocas oraciones”, “oraciones breves” “muchas oraciones”, “oraciones largas”. De estas cuatro fórmulas dos son exactas y dos erróneas. ¿Cuáles son?
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