III. “El catequista palabra” Debe vivir de la Palabra de Dios
¡Hola Queridos Catequistas!
Reciban un saludo hasta sus hogares de parte de Dios y del Centro de Apoyo y Entrenamiento Integral para Educadores de Hoy “CAEIE”
Las características de la catequesis de hoy propuesta por el papa Francisco obligan necesariamente a preguntarse sobre el tipo de catequistas que debe contribuir a esta nueva etapa evangelizadora. Si el acento está puesto en el anuncio gozoso de la Buena Nueva, para ello se requiere un catequista diferente, que aquí llamaremos el “catequista palabra”. El catequista palabra es un mensajero alegre para el mundo de hoy que clama con voz poderosa y hace resonar con todo esplendor en el corazón del pueblo fiel el mensaje de salvación anunciado por Jesús; él vive el presente con todos sus problemas, esperanzas y alegrías; él es un agente de evangelización que responde a los desafíos que plantea el mundo actual.
En el catequista palabra se forja la esperanza para responder al desafío que hoy debe enfrentar la catequesis en los centros urbanos. Se le llama “palabra” porque “se vuelve instrumento del Espíritu para iluminar y renovar el mundo” (EG 132), porque enseña la palabra de Dios transmitida por la Iglesia (EG 112) y porque da testimonio constante de ella en su vida cotidiana, conjugando fe y vida en una doble expresión en la que la fe se hace vida y la vida se hace fe (EG 121). De hecho, el catequista palabra es un servidor de la Palabra, él la escucha atentamente, la medita y la profundiza para anunciar al mismo Jesús con alegría a sus hermanos.
El catequista palabra no es una realidad acabada y determinada, es una tarea de cada día en la comunidad eclesial. Esta nueva forma de ver al catequista es una respuesta a las exigencias que impone el mundo actual. Según esto, el catequista palabra se recrea en la palabra de Dios, pues ella es la fuente del Espíritu de la cual debe beber el catequista para responder al desafío que significa catequizar en el mundo actual.
Le llamamos “palabra” porque él está definido por su relación con la palabra de Dios; él es, al mismo tiempo, llamado por la Palabra, discípulo de la Palabra y apóstol de la Palabra. Llamado por la Palabra el catequista es un ministro de la Palabra. Ser catequista no es algo que la persona elige ser por sí misma, se trata de un llamado. Dios lo llama en su Hijo Jesucristo, “Palabra hecha carne”, y este responde libremente. El llamado al ministerio catequístico es un llamado a colaborar con Cristo en la obra de salvación de todos los hombres. “La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados.
Esta convicción se convierte en un llamado dirigido a cada cristiano, para que nadie postergue su compromiso con la evangelización, pues si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones” (EG 120). La vocación catequística nace del llamado que hace la palabra de Dios, del llamado de Jesucristo a hacer discípulos a todos los pueblos. Pero asimismo es un llamado a la comunidad eclesial, y es en medio de ella que Dios escoge a los servidores de la Palabra como colaboradores de su Hijo en la construcción del Reino. “Así redescubrimos que Él nos quiere tomar como instrumentos para llegar cada vez más cerca de su pueblo amado. Nos toma de en medio del pueblo y nos envía al pueblo, de tal modo que nuestra identidad no se entiende sin esta pertenencia” (EG 269).
De otra parte se puede decir que es la comunidad quien llama, pues ella misma llama a quienes desde el ministerio podrán comunicar la palabra de Dios; de esta manera, la comunidad eclesial llama y envía, para prolongarse en la historia como sacramento de salvación bajo la acción del Espíritu Santo. Así la Iglesia se perpetúa en el tiempo, pues al mismo tiempo que catequiza se catequiza, esperando la presencia definitiva del reino de Dios. Hay que decir que ser catequista es una vocación en la Iglesia que nace de la misma condición de bautizado y confirmado. Por lo tanto, todo catequista debe tener conciencia no solamente de su pertenencia a la Iglesia, sino también de su quehacer evangelizador, que se realiza mejor en la medida en que viva profundamente la comunión eclesial con sus hermanos y con sus pastores.
La respuesta al llamado de la palabra de Dios no es automática ni mucho menos fácil. Así la comunidad eclesial debe buscar el aumento del número de catequistas; ya el mismo Jesús pedía a sus discípulos que rogaran al dueño de la mies que enviará más obreros, porque la mies es abundante y los obreros pocos (Lc 10,2). Hoy día, Dios llama a este ministerio por mediación de su Iglesia, nadie puede ser catequista sin ser llamado por ella. Por la gracia del bautismo somos incorporados a la Iglesia y con ello responsables de la misión que se le ha confiado. “En virtud del bautismo recibido, cada miembro del pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero” (Eg 120). Por ello, “la nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados. Esta convicción se convierte en un llamado dirigido a cada cristiano, para que nadie postergue su compromiso con la evangelización” (EG 120). Discípulo de la Palabra El catequista discípulo de la Palabra es la persona que responde positivamente al llamado de Dios en su Hijo y se hace discípulo de Jesús, aceptándolo como único maestro (Cfr. Mt 23,8). Igualmente se puede decir que el catequista es discípulo de la Palabra en cuanto está llamado a hacer realidad en su vida la palabra de Dios y para ello debe escucharla atentamente, disponer su corazón para recibirla, estudiarla, reflexionarla y orarla, como alimento que le fortifica para el ejercicio de su ministerio. “Pero si no se detiene a escuchar esa Palabra con apertura sincera, si no deja que toque su propia vida, que le reclame, que lo exhorte, que lo movilice, si no dedica un tiempo para orar con esa Palabra, entonces sí será un falso profeta, un estafador o un charlatán vacío” (EG 151).
El catequista discípulo de la Palabra es aquel que se deja seducir por la palabra de Dios en su Hijo Jesucristo y procura comprenderla y vivir cada instante de su viva en las circunstancias concretas que le rodean. La lectura permanente, sistemática y progresiva de la Palabra le permite un mayor conocimiento de Dios, por quien lo demás es considerado basura (cfr. Fil 3,8). Leer y profundizar la palabra de Dios es conocer y hacerse discípulo de Jesús. “Los catequistas han sido hechos discípulos de Jesús. La fe con que han acogido su Palabra les hace vivir su misma vida, los catequistas son los que han oído, han visto, han contemplado y palpado la Palabra. La Palabra habita en ellos y, conscientes de esto, responden a esta necesidad de la comunidad cristiana”
En este sentido, el catequista vive en plena comunión con la Palabra, que no es otra cosa que la vida en comunión con Dios uno y trino. La Palabra es la que hace posible la comunión entre el discípulo y el maestro, que permanecen unidos en la única tarea: la salvación de la humanidad. Cuando el catequista se hace discípulo de la Palabra, se hace realidad la promesa de Jesús: “Si alguno me ama, guardará mi palabra y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14,23). De esta forma el catequista se configura como un auténtico discípulo, para ir desarrollando su misión bajo la acción del Espíritu Santo.
El catequista, como discípulo de Jesús, se dejará permear totalmente por el mensaje y la persona de Jesús, de tal forma que debe llegar a realizar en su propia vida la frase de san Pablo, auténtico discípulo de la Palabra, que dice: “No soy yo quien vivo, sino Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20). Según el papa Francisco, “lo que llamamos lectio divina es la forma concreta de escuchar lo que el Señor nos quiere decir en su Palabra y de dejarnos transformar por el Espíritu” (EG 152).
Finalmente, ser discípulo de la Palabra no es otra cosa que hacer eco a la Palabra, dejarla resonar para poder hacer lo mismo en el ministerio. Dicho de otra forma, el catequista discípulo de la Palabra es inicialmente catequizado por la Palabra y luego catequiza en la misma medida. En este sentido se afirma que el catequista discípulo de la Palabra está constantemente atento a la Palabra de Dios para así darse a los otros.
2 Amador Menudo et ál., Introducción a la catequesis y a la historia de salvación, Navarra, Verbo Divino, 1992. p. 78. 33
Esperamos compartan este material con otros catequistas para que vayan conociendo lo que les concierne en su vocación al Ministerio de la Catequesis.
Dios los bendiga y esperamos su s comentarios.
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