BIBLIA Y CATEQUESIS
La Biblia es el alma de la catequesis. Es la primera fuente de inspiración de todo catequista. Sin amor sincero y sin profundos conocimientos de la Palabra divina depositada en ella no puede haber una buena tarea catequética en ningún nivel ni ámbito.
- Significado de la Biblia y terminologías.
Biblia (en singular “biblos”, en griego libro) indica el conjunto de Libros sagrados (46 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo). En sentido mayestático, ese plural alude al “Libro de los libros”, al “Libro por excelencia”. Hay diversos términos, con ligeras variantes, para hacer referencia a este depósito sagrado de los mensajes que Dios ha ido enviando a su pueblo elegido: a Israel en los tiempos antiguos y a la comunidad fundada por Jesús en los días de su permanencia en la tierra.
Recordarlos es importante para el catequista.
- Sagrada Escritura
La solemos llamar Sagrada Escritura, siguiendo usos judíos y de los primitivos cristianos. Escritura alude a la materialidad del escrito. En ella está contenida comunicación, la Palabra de Dios.
La intervención divina, que se acomoda a la actuación humana, nos lleva también a hablar de Revelación y de Inspiración divinas. Dios “revela” (su amor, su misterio, su doctrina, su ley) a quien no lo conoce. En la Escritura está la Revelación de Dios. Pero también mueve, impulsa, “inspira”, a los autores humanos para que escriban lo que Él quiere y sólo ello.
Los judíos hablan de la “Escritura” y los cristianos hablan de “Palabra”; ambos hablan de “Biblia”. La Biblia cristiana es Escritura Sagrada confiada a la Iglesia. Se apoya en la Escritura judía. Los 39 de los judíos fueron escritos en hebreo (lenguaje hablado antes de la cautividad de Babilonia), a excepción de algunos textos que fueron redactados en arameo (el hablado en Babilonia y que mantuvo Israel después del regreso).
Fueron textos consignados gráficamente por inspiración divina. Fueron reconocidos como sagrados por la autoridad religiosa, judía o cristiana. En ellos se halla depositada la comunicación venida de Dios, la Revelación.
Es el “Depósito” en el cual se halla el mensaje divino, la “Palabra de Dios” entregada a los cristianos que la prestan su máximo respeto y ajustan a ella su vida. La idea de “escribir o escritura” (en griego, grafo o grafía) aparece 345 veces en el Nuevo Testamento como soporte de un mensaje divino. En el canon del Antiguo Testamento también es frecuente aludir a la Escritura Sagrada como instrumento en el que se encierra lo que Dios comunica para conservación en la comunidad y para ser leído, repetido y medita
- Palabra de Dios
Concepto que alude a la comunicación divina a los hombres, en especial a su elegido Pueblo de Israel y luego al nuevo pueblo que es la Iglesia. La Palabra divina es algo vivo, misterioso e imperceptible, a diferencia de la Escritura Sagrada que es algo visible y concreto. Pero Dios habla y su mensaje queda vivo en los oyentes. El concepto de “Dios habla a los hombres” aparece en el Nuevo Testamento unas 300 veces y en el Antiguo Testamento pasa de medio millar. Alude a la comunicación gratuita de Dios, que es vivo y, al igual que los hombres, “puede expresar su pensamiento” en palabra humana.
En este sentido la Palabra divina toma cuerpo, pero es divina por origen. En el desarrollo de esa concepción, la cumbre llega con la teología de Juan. Juan llega a definir a Cristo como el Verbo, el Logos, la Palabra hecha Carne. Comienza su texto evangélico llevando el concepto de Palabra de Dios a su identificación con el mismo Dios invisible, luz de luz, que se hace hombre visible y habita en el mundo (Jn. 1).
Pero en los demás textos bíblicos la palabra divina es su comunicación misteriosa. El depósito en el que está guardada esa comunicación es la Escritura Sagrada y también la Tradición y la Comunidad con la Autoridad o Magisterio al frente. Lo esencial de esa “Palabra” es su origen divino y la identificación que los primeros cristianos hacen con el Hijo de Dios enviado a la tierra para la salvación del hombre y para la participación en su vida.
No es extraño que la Iglesia haya tenido especial veneración a esa expresión y desde los primeros tiempos la vea encarnada en el texto escrito, la venere y proclame en su Liturgia y la convierta en el ideal evangélico del anuncio divino.
La catequesis no es, desde este punto de vista, otra cosa que un ministerio de la Palabra, no de la humana sino de la divina. Es el anuncio del mismo Cristo, Palabra divina encarnada, que se hace llegar a los destinatarios que son los hombres. El catequista es ante todo un mensajero de la Palabra divina, que es lo mismo que decir que proclama los que dios ha dicho y anuncia a Cristo que es la encarnación de esa misma Palabra, (el Verbo en latín, el Logos en griego)
- Revelación
Significa “descubrimiento o manifestación” de lo oculto. Cuando se habla de “revelación divina” se alude al mensaje o contenido de lo que Dios quiere comunicar a los hombres, sobre todo si se trata de algo “nuevo” que no conocen ellos. La revelación es iniciativa de Dios que comunica sus misterios por amor a los hombres. Es un regalo y por lo tanto nada debido a la naturaleza humana. Los misterios revelados se conocen, pero no se comprenden. Aunque incomprensibles, su existencia es aceptable y compatible con la naturaleza y la razón. Se aceptan por el hombre debido a su origen divino. Dios, Ser Supremo y Padre de todos es su garantía. Son el estímulo de la fe y, al mismo tiempo, su objeto.
Los misterios revelados: Trinidad de Personas en Dios, divinidad del Espíritu Santo, identidad divina de Cristo Jesús, permanencia eucarística, gracia santificante, perdón del pecado, virginidad en la generación de Jesús, ausencia de pecado original en su Madre María… etc., son datos de revelación.
Si Dios no los hubiera querido comunicar, nunca podríamos haberlos conocido. Por eso los misterios cristianos son un regalo a los que Dios ama. La fe supone la adhesión a esa revelación, a esa Palabra divina, y tiene como consecuencia primera la aceptación del mensaje recibido del mismo Dios que revela gratuitamente por parte del hombre limitado.
La revelación divina es la primera fuente de la catequesis y su motor íntimo. El que catequiza no hace otra cosa que ayudar a los hombres a que descubran, acepten y hagan vida lo comunicado por Dios.
El catequista anuncia gratuitamente lo que ha recibido como regalo y lo hace por amor a la verdad recibida. No lo hace como iniciativa propia ni como aventura. Y actúa como miembro de la Comunidad creyente que es la Iglesia depositaria del mensaje.
La transmisión de ese mensaje no es sólo una información, una transmisión, sino una vitalización, un anuncio celebrativo, una conmemoración y un compromiso.
El concepto de revelación le lleva al catequista a orientar adecuadamente su acción evangelizadora:
– a presentar a Dios como activo y amoroso, en contacto permanente con todos los hombres que son libres de aceptarle.
– a entender que las verdades básicas que él transmite son de origen divino y por lo tanto requieren respeto, aceptación y amor.
– a buscar los medios más convenientes para que esa riqueza se conserve fielmente y se transmita a los catequizandos.
– a sentirse intermediario, no propietario, del mensaje revelado, lo cual implica dignidad, responsabilidad, autoridad.
– a desear conocer cada vez mejor el misterio de Dios, que es su Palabra divina, para encerrarlo con habilidad en la propia palabra humana; es decir, a hacer el mensaje asumible y comprensible.
– a convertir el misterio divino en plegaria y vida, que es precisamente la religión: adoración, agradecimiento, comunicación.
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