EL CATEQUISTA: DEBE SER FIRME EN SU IDENTIDAD CRISTIANA

CATEQUISTA FIRME EN SU IDENTIDAD CRISTIANA

¡HOLA QUERIDOS CATEQUISTAS!

Esperamos que estos contenidos sean una ayuda para el conocimiento de tu Ministerio. Para que conociendo más, puedas formarte en esta dimensión del “SER” del catequista.                                         Te invitamos a compartir y a no dejar de darle link a nuestra página.                                                       Dios te bendiga.

La identidad del catequista se configura tanto por su identificación con las tareas propias del quehacer catequético como por los rasgos que definen el ser o la vocación del catequista en la Iglesia.

El ministerio o servicio catequético                                                                                                                     La catequesis es una acción eclesial situada dentro del proceso total de la evangelización. Es fundamental que encuentre y desarrolle la tarea que le es propia dentro de la variedad de ministerios y servicios que configuran la misión evangelizadora. Es igualmente importante descubrir que la acción catequética es una responsabilidad común y, al mismo tiempo, cualitativamente diferenciada.

El proceso de la evangelización.
La evangelización define la misión propia de la Iglesia: «Evangelizar constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar» (EN 14).
La evangelización tiene como finalidad «anunciar la Buena Nueva a toda la humanidad
para que viva de ella» (CT 18). Se trata de la «Buena Nueva del Reino que llega y que ya
ha comenzado» (EN 13).
Este reino de Dios se realiza en Jesucristo: «La evangelización debe contener siempre como base, centro y a la vez culmen de su dinamismo— una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se nos ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios» (EN 27).

Los vínculos entre la Iglesia y la evangelización son, por tanto, profundos y recíprocos: la Iglesia nace de la acción evangelizadora de Jesús y de los Doce; la Iglesia es depositaria del Evangelio que se mantiene en Ella «constantemente íntegro y vivo» (CONC. VAT. II, Const. dogm. [DV] 7); la Iglesia lo conserva no para tenerlo escondido Dei Verbum sino para comunicarlo al mundo; de ahí que, nacida de la misión de Jesús, la Iglesia es enviada por Él. Está llamada a perpetuar la misión de Jesús y su condición de evangelizador. Enviada, la misma Iglesia, a su vez, envía a los evangelizadores. Éstos van a comunicar un Evangelio del que ni ellos ni Ella son dueños para disponer de él a su gusto, sino que deben transmitirlo con suma fidelidad (cf. EN 15).

La evangelización es un proceso rico, complejo y dinámico: es un proceso rico y complejo, ya que se compone de elementos variados: «renovación de la humanidad, testimonio, anuncio explícito, adhesión del corazón, entrada en la comunidad, acogida de los signos, iniciativas de apostolado» (EN 24); es, al mismo tiempo, un proceso dinámico definido por fases o etapas sucesivas: «acción misionera (con los no creyentes), acción catecumenal (con los recién convertidos) y acción pastoral (con los fieles de la comunidad cristiana)» (CC 27). El proceso evangelizador, con todo su dinamismo y riqueza, es llevado a cabo por la Iglesia mediante una gran diversidad de ministerios y servicios.

La Iglesia necesita catequistas que se sientan firmes en sus convicciones cristianas, y que sean capaces de educar a todos los hermanos para que sepan confesar su fe y dar razón de su esperanza, por estar anclados en las verdades esenciales de la fe, en convicciones serias y en los valores evangélicos fundamentales.

Se reclama del catequista realizar, sobre todo, una catequesis fiel a Dios que sea “verdadera”, es decir, no acomodada ni adaptada al gusto de las modas, sino fiel a la riqueza de la palabra de Dios y a la autenticidad de la experiencia cristiana.

Catequista, creyente lleno de la sabiduría de Dios. Amante de la Palabra de Dios, la vida de la comunidad, los signos de los tiempos y en su corazón de donde aprende la sabiduría divina. “Sabe interpretar la vida con los ojos de Dios y sabe ver a Dios con los ojos de la vida”.

EL CATEQUISTA EXPERIMENTA LA VIVENCIA ECLESIAL.                                                                   El catequista ve configurada su identidad por su inserción en la comunidad eclesial. No es un evangelizador aislado, que actúa por su libre iniciativa. Este sentido eclesial es vivido y alimentado por el catequista en una comunidad cristiana concreta. El catequista ha de tener clara conciencia de que no trabaja por cuenta propia, sino como enviado de la comunidad eclesial a una misión que lo desborda y cuyo protagonista es el Señor. Su ser de enviado en nombre de la Iglesia exige del catequista una adhesión e integración a la comunidad parroquial con una participación activa, corresponsable, edificadora y de comunión con sus pastores y hermanos catequistas; un gran sentido eclesial y amor a la Iglesia; sabe trabajar en equipo dentro de una pastoral orgánica y de conjunto.

El catequista, integrado en una comunidad parroquial, la construye al mismo tiempo , haciéndola crecer. Fomentará el espíritu de comunión y participación dentro del mismo grupo de catequesis. No se trata de un recurso didáctico para incorporarse posteriormente a la Iglesia, sino que se es ya Iglesia donde se vive su misterio y su misión.

El catequista es un creyente que ama profundamente a la Iglesia es capaz de revelar el rostro auténtico de la Iglesia y de la misma catequesis, estimulando un sano sentido de adhesión y pertenencia eclesial.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *