LA CATEQUESIS ES SIEMPRE MISIONERA
“El modelo de Iniciación Cristiana de nuestras parroquias está centrado en los niños y está pensado para la preparación para recibir los Sacramentos de Iniciación Cristiana; estas características son reducciones del modelo catecumenal que está destinado a adultos y orientado a iniciar en la vida cristiana”. Este tiempo de la catequesis tiene como fin último poner a las personas no solo en contacto sino en comunión e intimidad con Jesucristo. Constatamos, desde el Documento de Aparecida (DA 100), que “en la evangelización, en la catequesis y en general en la pastoral, persisten lenguajes poco significativos para la cultura actual. La propuesta más extendida de catequesis tiene un fuerte matiz escolarizado y por finalidad principal preparar para los Sacramentos, dando especial importancia a las dimensiones cognoscitiva y normativa de la fe.
La Iglesia Latinoamericana está invitada a desarrollar una catequesis misionera desde la propuesta de Aparecida. Una Iglesia en estado de misión permanente vive el kerigma como una fuerza renovadora transversal a todo proceso catequístico evangelizador.
El anuncio del kerigma en la catequesis se realiza por la vía del testimonio, es un anuncio más narrativo que doctrinal, un anuncio que contagia y atrae a los hombres a seguir a Jesús. Una comunidad kerigmática es una comunidad que irradia el Evangelio, lo muestra, lo propone y la hace capaz de provocar la adhesión a Jesucristo.
La catequesis misionera privilegia el encuentro con la persona de Jesús en la comunidad, es una catequesis samaritana, que sale al encuentro de cada persona, escucha, contempla su realidad, la recibe y se detiene acercando a Jesús para que él la transforme; es una catequesis de opción y no de imposición, diversificada y no homogénea, que responde y atiende a las diversas edades, culturas y situaciones.
Es una catequesis kerigmática, iniciadora y permanente, una catequesis que se inserta en una pastoral orgánica y se propone en diversos ámbitos, no solo en las parroquias, sino también en los colegios, Movimientos, cárceles, hogares de ancianos, redes sociales, santuarios, etc.
Estamos invitados y llamados a pasar de una catequesis escolarizada a una catequesis experiencial, de una catequesis de la herencia a una catequesis de la propuesta, de una catequesis que obliga a una que invita, sugiere y convoca; de una catequesis exclusivamente de la enseñanza a una catequesis vital de encuentros, de una catequesis de la repetición a una catequesis innovadora, de una catequesis uniforme a una catequesis personalizada. Estas transiciones suponen una fe por la que se opta con fuerza, con entrega, con pasión, con ternura, con creatividad. Será una catequesis que parte del encuentro con Jesús, con centralidad en la Palabra de Dios, una catequesis de iniciación a la vida cristiana con estilo catecumenal, una catequesis dinámica, circular, progresiva en los procesos formativos; una catequesis que resguarde la unidad de los Sacramentos de la Iniciación Cristiana, que atienda a una pluralidad de destinatarios en edades y situaciones, una catequesis comunitaria.
Una catequesis misionera reclama una comunidad misionera, una comunidad que crea espacios de encuentro con Jesús, que engendra vida, es abierta y acogedora, acepta la diversidad como experiencia enriquecedora, es participativa y propositiva; son comunidades pequeñas donde se vive una auténtica fraternidad, donde la igualdad y la común dignidad de todos sus miembros superan la distinción de cargos y ministerios para que el aspecto institucional no sofoque ni dañe el despliegue auténtico de la comunión y la misión.
Una catequesis y una comunidad misionera necesitan un catequista misionero, un catequista que sabe dialogar, que respeta el trabajo realizado por el grupo que acompaña, que favorece el discernimiento comunitario, que aprende a escuchar lo que dicen los hermanos, un catequista que sabe suscitar preguntas que favorezcan el discernimiento de la fe, un catequista testigo que acompaña los procesos de otros, que está dispuesto a compartir su experiencia creyente, que se convierte en testimonio creíble para aquellos a quienes acompaña en su despertar a la fe.
La formación del catequista misionero será una formación integradora que otorgue una competencia bíblica teológica para que pueda hablar de la fe de forma correcta y coherente, de manera dinámica y significativa, con claridad y simplicidad; una competencia cultural que le permita conocer el contexto socio cultural de a quienes va dirigido el mensaje de salvación, esto exige que el catequista este inserto en la vida cotidiana, presente como Jesús con los discípulos de Emaús; una competencia pedagógica que le permita ser maestro, animador, facilitador, testigo y mediador entre Dios y los hombres, capaz de proponer experiencias de oración, de fraternidad, de celebración, de compromiso; y por ultimo una competencia espiritual. La formación deberá seguir un modelo de laboratorio, una formación muy cercana a la práctica, para partir de ella y volver a ella.
La catequesis del futuro será una catequesis que constituya itinerarios significativos, que no desemboquen necesariamente en la recepción de un Sacramento, sino que ilumine y de respuesta a las diversas situaciones humanas. Juan Manuel Romero Movimiento de la Palabra de Dios Proceso Comunitario para la Confirmación.
Bibliografía de consulta: • SENAC, Seminario Nacional de Catequesis “Catequesis en clave misionera: Relación entre Primer Anuncio, Iniciación Cristiana y Catequesis Permanente”. ISCA. 2012 • Biemmi Enzo. “La Formación de los Catequistas en un contexto de Nueva Evangelización”. Madrid. 2011 • Biemmi Enzo. “El Segundo Anuncio, La Gracia de Recomenzar”. 2011 • Juárez Balbino. “La Formación del Discípulo Misionero”. 2011
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