LOS LENGUAJES BÍBLICOS COMO MODELO
La Biblia se debe usar en la catequesis con sus ricos y variados elementos: estilos, fuentes, géneros literarios; pero se ha de hacer siempre con actitud de fe y con capacidad de discernimiento.
El catequista debe saber que hay pluralidad de formas y elegir en cada momento lo más conveniente. Lo que más precisa es el tacto adecuado para esa elección. Habrá de emplear con gusto y discreción diversos elementos:
- Narraciones y relatos.
Son los textos más interesantes para la catequesis, sobre todo con pequeños. La historia bíblica no responde al género histórico técnico y al sentido crítico, cronológico o específico que tenemos los occidentales. Nosotros miramos fielmente el acontecimiento. En otras culturas se contempla prioritariamente la intención o la significación. Así acontece en la historia bíblica.
En la Biblia predomina la presentación de la intención, sobre todo religiosa. Tanto en su contexto como en su contenido, muchos de los libros del Antiguo Testamento son narraciones. Hay una trama, personajes, sucesión de acontecimientos. Hay un hecho real. Pero hay un entorno visible o invisible: un pueblo elegido y una presencia de Dios que protege al pueblo. Importante es ver ambas cosas y descubrir la intención con la que se relata, que ordinariamente es proclamar la presencia divina.
No se pueden entender los acontecimientos, los números, los resultados, los tiempos, las relaciones, al estilo occidental. Pero tampoco hay que caer en un exagerado alegorismo, como si todo fueran cuentos, parábolas, metáforas y las cosas no hubieran sucedido.
Las narraciones del Antiguo Testamento son relatos más populares que críticos. Los autores recurrieron a menudo a tradiciones orales, a mitos, a leyendas. Se compusieron con un intención didáctica, catequética.
Algunos libros narrativos, como el de Jonás, el de Esther, el de Tobías o el de Judith, son sólo alegorías moralizantes. Además, entre los hechos a que alude el Génesis (Adán, Noé, Abraham) y su redacción hay miles de años de distancia. Entre Moisés, 1250 a de C., y los Macabeos, 169 a de C, hay once siglos de diferencia.
Poemas, cantos, plegarias.
Son especialmente interesantes en la Biblia. Se repiten géneros y estilos comunes con los otros pueblos del entorno de Israel: moabitas, idumeos, arameos, por ejemplo. Reflejan hermosamente la sensibilidad y la fantasía oriental: signos de la naturaleza, sentimientos, gestos de solidaridad, inquietudes éticas, etc. Así aparecen el dolor en Job, el amor en el Cantar de los Cantares, el valor en los Himnos arcaicos (Cánticos de Jacob, Débora, Moisés).
Sobre todo son especialmente aprovechables las invocaciones de los Salmos, que han constituido siempre la plegaria preferida de los cristianos de todos los tiempos, como lo fueron de los antiguos judíos y lo fueron del mismo Jesús.
Las Sentencias, refranes y metáforas.
Recogen la sabiduría, la experiencia y el sentido común de Oriente: Proverbios, Sabiduría, Eclesiástico (Ben Sira), Eclesiatés (Qohelet), parte de Job, Libro de Daniel). Implican uno de los más hermosos estilos de todo el Oriente: sentencias, consejos, amenazas, lamentos, elegías, reclamos, parábolas, referencias cosmológicas, citas y referencias, etc.
Cada texto posee su sabor propio. Se presta para una catequesis ética excelente. Reúnen las experiencias de la vida. Aluden a la necesidad de la reflexión moral en el hombre sabio. Hacen referencia a Dios que da la Ley suprema.
Los anuncios de los profetas.
Merece especial recuerdo catequístico toda la literatura profética, que responde a oráculos abundantes de diversos autores y procedencias. Abarcan medio milenio: el siglo VIII a C., cuando aparece Elías y Eliseo, cuyo relato se recoge en el libro II de los Reyes; el siglo VII a C. con Oseas, Amos, el Primer Isaías; el VI con Jeremías; el V con los profetas de la Cautividad: Ezequiel, el II Isaías; y llegan al siglo IV con Malaquías, Ageo o Zacarías.
Los profetas eran conocidos en otras regiones del antiguo Oriente. Nadie valoró tanto su acción como el pueblo de Israel. En el fondo latía la conciencia de la acción divina que iba preparando la venida de un salvador Mesías. Por eso es importante ver en todas las profecías la esperanza, la fe, la presencia providencial de Dios en los acontecimientos.
Los primeros cristianos lo entendieron así y por eso todos los escritos del Nuevo Testamento rezuman referencias a los Profetas, que fueron preparando el camino para la llegada del Salvador. Recordemos por otra parte que el profeta bíblico no es el que anuncia hechos futuros, sino el que proclama, el que predica, el que recuerda la presencia divina en el Pueblo y mantiene el corazón de los hombres vuelto hacia Dios, sin dejarle orientarse a los ídolos.
Leyes divinas y humanas.
El conjunto de normas de vida, de leyes y de imposiciones, el género jurídico, es también abundante en el Antiguo Testamento. Las leyes regían por entero a los israelitas y tenían el sentido de voluntad divina, aunque muchas veces eran simples prescripciones sacerdotales o de gobernantes caprichosos. La Ley absorbía tanto a los judíos, que toda la vida se regía por ella.
Llegaron a ser tan rutinarias que serían condenadas por Jesús si sólo se apoyaban en el mero cumplimiento. Precisamente el sentido del Evangelio, sería la buena nueva de la liberación. La Nueva Alianza o Nuevo Testamento, en el pensamiento de S. Pablo, seria entendido como el tiempo de la libertad del pecado y de la Ley. Esto dará la originalidad al cristianismo.
Es muy importante saber presentar esta dimensión evangélica en una buena catequesis. Lo contrario sería el fariseísmo, tantas veces criticado y rechazado por el mismo Jesús (Mt. 23)
Entre las leyes que se recogen en la Biblia había unas sagradas y principales (apodícticas). Tales eran las del Decálogo que Dios entregó a Moisés en el Sinaí (Ex. 20, 1-21; 34, 14-26; Dt. 5, 6-21). Pero había otras que procedían de intereses particulares, como muchas de las prescripciones acerca del culto del templo o de los tributos reales.
La actitud ritualista sería condenada por muchos profetas y el mismo Jesús rechazó, contra los fariseos (por falsamente piadosos) y contra los saduceos (por racionalistas y libertarios), las ataduras de las leyes terrenas si no van seguidas de actitudes de amor divino. El Señor enseñó a sus seguidores a no atarse equivocadamente a las tradiciones y prescripciones humanas.
Plegarias, invocaciones y reclamos divinos.
Son afectos y sentimientos expresados ante dios. Unas son demandas y buenos deseos. En ocasiones hay desahogos formulados ante la divinidad para reclamar su intercesión
Los Salmos son los mejores modelos de plegarias. Pero no son los únicos. Esas plegarias son modelos de los que el cristiano debe hacer, decir, y expresar cuando su corazón se eleva hacia el cielo.
Las plegarias, los himnos, los afectos que aparecen en el nuevo testamento son lo modelos de toda la oración del cristiano: padrenuestro, oración sacerdotal de Jesús, afectos expresados por San Pablo o los relatados en los Hechos de los apóstoles ante las diversas circunstancias.
También hay otros lenguajes
Entre ellos se deben recordar elegía y poemas, contratos y acuerdos, relatos diversos y leyendas, parábolas y metáforas, mitos y simbologías verbales, crónicas y genealogías, citas y referencia, arengas y proclamas, etc. Se puede decir que todo lenguaje específico de los hombres de una o de otra forma se hallan en las numerosas páginas de la Escritura Sagrada.
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