Se agarró a la cuerda: ahora, o nunca
En los acantilados del norte de Francia, un joven deportista juntaba huevos de aves marinas que anidaban en las hendiduras de escarpadas rocas. Por medio de una cuerda había descendido a una cornisa inferior. Pero en el momento en que afirmaba el pie, la cuerda se le escapó. En un segundo se dio cuenta de la situación; lejos de todo socorro humano, se hallaba frente a la alternativa de morir de hambre o arrojarse al precipicio que estaba a sus pies. Miraba la cuerda que, como un péndulo de reloj, se acercaba y se alejaba de él una y otra vez y con angustia comprobaba que cada oscilación acortaba la distancia. Rápido como un relámpago le vino un pensamiento a la mente. “Esa cuerda es mi único medio de salvación y dentro de un momento estará demasiado lejos como para que pueda alcanzarla. ¡Ahora es o nunca! Y de un salto se lanzó al vacío, agarró la cuerda y se salvó.
Jesús es el único medio de salvación. Hay que creer en él mientras tenemos tiempo para decidirnos. Y para todos, sin ninguna excepción, decidirse por Cristo significa decidirse por los hermanos, amar. Quién no se decide a renunciar a su egoísmo ya no podrá hacerlo después de esta vida.
“Mientras tenemos tiempo hagamos el bien” (Gal 6,10) No hay que dejar pasar la gracia que hoy mismo el Señor nos ofrece. Puede ser que mañana sea demasiado tarde. Dicen que hay un diablo que se llama: “mañana” porque su tentación consiste en hacernos aplazar el día de nuestra conversión.
También Jesús se dio cuenta de que tenía que apurarse para cumplir su misión: “Mientras sea de día, tengo que hacer el trabajo que el Padre me ha encomendado. Ya se acerca la noche, cuando no se puede trabajar” (Jn 9,4-5)
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