PARA PENSAR LA CATEQUESIS: TAMBIÉN EL EMPERADOR ES UN MENDIGO

También el emperador es un mendigo

Los vecinos de un piadoso musulmán, Farid, lograron persuadirlo a que acudiera a la Corte del Emperador y consiguiera un favor para el pueblo. Este musulmán tuvo que esperar a que el emperador terminara su oración. Cuando finalmente éste se hizo ver, le preguntó qué estaba pidiendo a Dios. Y el emperador le contestó: “Le pedí a Dios que me concediera éxito en mis empresas, riquezas y sobre todo larga vida. Farid se volvió, dando la espalda al emperador y salió del palacio real diciendo entre sí: “Vengo a ver a un emperador para pedirle favores y me encuentro con….un mendigo.

En realidad todos los hombres no son que mendigos delante de Dios. “Qué tienes que no hayas recibido? ¿Y si lo recibiste, ¿por qué te pones orgulloso como si no lo hubieras recibido? (1 Cor 4,7)

¡Como son necias aquellas jóvenes que compiten por su belleza y se enorgullecen por una cualidad de la que no tienen ningún mérito y que, al fin al cabo, no las mejoran como personas! La única cosa de la que podemos enorgullecernos es nuestra respuesta a la propuesta de Dios, es cumplir con nuestra misión en la vida por la que Dios no dará una abundante recompensa. Esta es la satisfacción que se puede considerar como la cumbre de la felicidad que gozaremos en el paraíso: el saber que no es solo un regalo de Dios sino un premio a nuestra correspondencia a su gracia, hará que la felicidad eterna sea verdaderamente plena y completa.

Si la felicidad eterna fuera un puro regalo de Dios, no sería plena y completa; le faltaría la satisfacción de haber colaborado con Dios para conseguirla. Este es el único motivo por lo cual Dios no nos crea directamente en el cielo sino nos da un plazo de tiempo para ver y esperar nuestra libre adhesión a su respuesta.

Pedro Chinaglia Salesiano (SDB

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