Estoy construyendo una catedral
Un viajero se acercó a un grupo de canteros y preguntó al primero: “¿Qué estás haciendo?”
“Ya ves – respondió – aquí, sudando como un idiota y esperando a que lleguen las ocho de la tarde para largarme a casa.”
“¿Qué es lo que haces tú?”, le preguntó al segundo. “Yo – dijo – estoy aquí ganándome el pan para mí y mis hijos”
“¿Y tú – preguntó al tercero – ¿qué es lo que estás haciendo?” “Estoy construyendo una catedral”.
He pensado mucho a esta vieja historia, porque realmente los hombres no hacemos lo que materialmente realizan nuestras manos, sino aquello hacia lo que camina nuestro corazón. Y así es como tres canteros podían picar las mismas piedras, pero mientras uno las convierte en sudor, otro las vuelve pan, un tercero trabaja para un ideal mucho más ambicioso: construir una catedral
¡Cómo es difícil vivir a la presencia de Dios, pensando que lo que verdaderamente vale es hacer bien lo que Dios quiere de nosotros.
La recta intención es la que da valor a lo que estamos haciendo. No hay que trabajar para que los otros nos vean sino para que, al vernos, alaben a Dios. “Así debe brillar su luz ante los hombres, para que vean sus obras buenas y glorifiquen al Padre de ustedes que está en los cielos” (Mt 5,16)
“No sirvan solamente para que los vean y para que los feliciten los hombres, sino que sean como siervos de Cristo que cumplen de todo corazón la voluntad de Dios” (Ef 6,8)
No son los otros que me van a juzgar en el día del juicio. Allí estaré solo con Dios, No tendré ni abogados defensores, ni testigos acusadores, ni otro juez sino Jesucristo mismo que….murió por mí en la cruz. ¿Por qué tenerle miedo si me ama tanto?
Pedro Chinaglia Salesiano (SDB)
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