Criterios para la presentación del mensaje evangélico en la catequesis
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La Palabra de Dios, fuente de la catequesis.
Pedagogía de la Fe
Autor: Salvador Hernández
La fuente de donde la catequesis toma su mensaje es la misma palabra de Dios:
La catequesis extraer siempre su contenido de la fuente viva de la Palabra de Dios, transmitida mediante la Tradición y al Escritura, dado que la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura constituyen el único depósito sagrado de la Palabra de Dios confiado a la Iglesia.
Este depósito de la fe es como el arca del padre de la casa, que ha sido confiado a la Iglesia, la familia de Dios, y de donde ella saca continuamente lo viejo y lo nuevo. Todos los hijos del Padre animados por su Espíritu, se nutren de este tesoro de la Palabra. Ellos saben que la Palabra de Dios es Jesucristo, el Verbo hecho hombre y que su voz sigue resonando por medio del Espíritu Santo en la Iglesia y en el mundo.
La Palabra de Dios, por admirable condescendencia divina, se dirige y llega a nosotros a través de obras y palabras humanas, a la manera como un día el Verbo del Padre eterno, al tomar la carne de la flaqueza humana, se hizo semejante a los hombres. Sin dejar de ser Palabra de Dios, se expresa en palabra humana. Cercana permanece sin embargo velada. Por eso la Iglesia, guiada por el Espíritu, necesita interpretarla continuamente y, al tiempo que la contempla con profundo espíritu de fe, la escucha piadosamente, la custodia santamente y la anuncia fielmente. (DV 10)
2. La fuente y las fuentes del mensaje de la catequesis.
Se emplean ambas expresiones la fuente y las fuentes de la catequesis para subrayar, con la primera la unicidad de la Palabra de Dios, siguiendo a CT 27 y subrayando la concepción de la Revelación en Dei Verbum, y para indicar, en la segunda los lugares concretos donde la catequesis extrae su mensaje, manteniendo así el ordinario uno catequético de la expresión (DGC 1971 n. 45.)
La palabra de Dios fuente de la catequesis contenida en la Sagrada Tradición y en la Sagrada Escritura:
- Es meditada y comprendida cada vez m s profundamente por el sentido de la fe de todo el Pueblo de Dios, bajo la guía del Magisterio, que la enseba con autoridad;
– – se celebra en la liturgia, donde constantemente es proclamada, escuchada, interiorizada y comentada;
– resplandece en la vida de la Iglesia, en su historia bimilenaria, sobre todo en el testimonio de los cristianos, particularmente de los santos;
– es profundizada en la investigación teológica, que ayuda a los creyentes a avanzar en la inteligencia vital de los misterios de la fe;
– se manifiesta en los genuinos valores religiosos y morales que, como semillas de la Palabra, est n esparcidos en la sociedad humana y en las diversas culturas.
b. Todas estas son las fuentes, principales o secundarias, de la catequesis, las cuales de ninguna manera deben ser tomadas en un sentido univoco. La Sagrada Escritura ® es Palabra de Dios en cuanto que:
– por inspiración del Espíritu Santo, se consigna por escrito; (DV 9)
– la Sagrada Tradición transmite ¡íntegramente a los sucesores de los apóstoles la Palabra de Dios que fue a éstos confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo;
– el Magisterio interpreta auténticamente la Palabra de Dios, realizando –en nombre de Jesucristo– un servicio eclesial fundamental.
- Tradición, Escritura, íntimamente entrelazados y unidos, son, cada uno a su modo, fuentes principales de la catequesis.
- Las fuentes de la catequesis tienen cada una su propio lenguaje, que queda plasmado en una rica variedad de documentos de la fe.
La catequesis es tradición viva de esos documentos: pericopas bíblicas, textos litúrgicos, escritos de los Padres de la Iglesia, formulaciones del Magisterio, símbolos de fe, testimonios de santos, reflexiones teológicas.
La fuente viva de la Palabra de Dios y las fuentes que de ella derivan y en las que ella se expresa, proporcionan a la catequesis los criterios para transmitir su mensaje a todos aquellos que han tomado la decisión de seguir a Jesucristo.3. Criterios para la presentación del mensaje
Los criterios para presentar el mensaje evangélico en la catequesis están íntimamente relacionados entre sí, pues brotan de una única fuente.
a. El mensaje, centrado en la persona de Jesucristo (cristocentrismo), por su propia dinámica interna, introduce en la dimensión trinitaria del mismo mensaje.
b. El anuncio de la Buena Nueva del Reino de Dios, centrado en el don de la salvación, implica un mensaje de liberación.
- El carácter eclesial del mensaje remite a su carácter histórico, pues la catequesis –como el conjunto de la evangelización– se realiza en el tiempo de la Iglesia.d. El mensaje evangélico, por ser Buena Nueva destinada a todos los pueblos, busca la inculturación, la cual se logrará en profundidad sólo si el mensaje se presenta en toda su integridad y pureza.
- El mensaje evangélico es necesariamente un mensaje orgánico, con su jerarquía de verdades. Es esta visión armónica del Evangelio la que convierte en acontecimiento profundamente significativo para la persona humana.
Aunque estos criterios son válidos para todo el ministerio de la Palabra, aquí se presentan referidos en relación a la catequesis.
- El cristocentrismo del mensaje evangélico.
Jesucristo no sólo transmite la Palabra de Dios, Él es la Palabra de Dios. Por eso la catequesis –toda ella– está referida a Él.
En este sentido, lo que caracteriza al mensaje que transmite la catequesis es, ante todo, el cristocentrismo, que debe entenderse en varios sentidos:
- Significa que en el centro de la catequesis encontramos esencialmente una Persona, la de Jesús de Anisarte, Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. En realidad la tarea fundamental de la catequesis es mostrar a Cristo: todo lo demás en referencia a Él.
Lo que busca es propiciar el seguimiento de Jesucristo, la comunión con Él: cada elemento del mensaje tiende a ello.
- Significa que Cristo está en el centro de la historia de la salvación, que la catequesis presenta. Él es, en efecto, el acontecimiento último hacia el que converge toda la historia salvífica. El, venido en la plenitud de los tiempos (Ga 4,4), es la clave, el centro y el fin de toda la historia humana.
El mensaje catequético ayuda al cristiano a situarse en la historia, y a insertarse activamente en ella, al mostrar cómo Cristo es el sentido último de esta historia.
c. Significa, que el mensaje evangélico no proviene del hombre sino de la Palabra de Dios. La Iglesia, y en su nombre todo catequista, puede decir con verdad: Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado (Jn 7,16). Por eso, lo que transmite la catequesis es la enseñanza de Jesucristo, la verdad que Él comunica o, m s exactamente, la verdad Él es. El cristocentrismo obliga a la catequesis a transmitir lo que Jesús enseña acerca de Dios, del hombre, de la felicidad, de la vida moral, de la muerte… sin permitirse cambiar en nada su pensamiento.
Los evangelios, que narran la vida de Jesús, están en el centro del mensaje catequético. Dotados ellos mismos de una estructura catequética, manifiestan la enseñanza que se proponía a las primitivas comunidades cristianas y que transmitía la vida de Jesús, su mensaje, y sus acciones salvadoras.
En la catequesis, los cuatro evangelios ocupan un lugar central, pues su centro es Cristo Jesús.
- El cristocentrismo trinitario del mensaje evangélico.
La palabra de Dios, encarnada en Jesús de Nazaret, Hijo de María Virgen, es la Palabra del Padre, que habla al mundo por medio de su Espíritu. Jesús remite constantemente al Padre, del que se sabe Hijo Único, y al Espíritu Santo, por el que se sabe Ungido. Él es el camino que introduce en el misterio íntimo de Dios.
El cristocentrismo de la catequesis, en virtud de su propia dinámica interna, conduce a la confesión de fe en Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es un cristocentrismo esencialmente trinitario. Los cristianos en el Bautismo, quedan configurados con Cristo, Uno de la Trinidad y esta configuración sitúa a los bautizados, hijos en el Hijo, en comunión con el Padre y con el Espíritu Santo. Por eso su fe es radicalmente trinitaria. El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana.
El cristocentrismo trinitario del mensaje evangélico impulsa a la catequesis a cuidar, entre otros, los siguientes aspectos:
- La estructura interna de la catequesis, en cualquier modalidad de presentación, será siempre cristocéntrico-trinitaria: Por Cristo al Padre en el Espíritu. Una catequesis que omitiese una de estas dimensiones o desconociese su orgánica unión, correría el riesgo de traicionar la originalidad del mensaje cristiano.b. Siguiendo la misma pedagogía de Jesús, en su revelación del Padre, de sí mismo como Hijo y del Espíritu Santo, la catequesis mostrar la vida íntima de Dios, a partir de sus obras salvíficas en favor de la humanidad. Las obras de Dios revelan quién es Él en si mismo y, a la vez, el misterio de su ser intimo ilumina la inteligencia de todas sus obras. Sucede así, analógicamente, en las relaciones humanas: las personas se revelan en su obrar y, a medida que las conocemos mejor, comprendemos mejor su conducta.
- La presentación del ser ¡íntimo de Dios revelado por Jesús, uno en esencia y trino en personas, mostrar las implicaciones vitales para la vida de los seres humanos. Confesar a un Dios único significa que el hombre no debe someter su libertad personal, de modo absoluto, a ningún poder terrenal. Significa también que, la humanidad, creada a imagen de un Dios que es comunión de personas está llamada a ser una sociedad fraterna, compuesta por hijos de un mismo Padre, iguales en dignidad personal. Las implicaciones humanas y sociales de la concepción cristiana de Dios son inmensas. La Iglesia, al profesar su fe en la Trinidad y anunciarla al mundo, se comprende a sí misma como una muchedumbre reunida por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Un mensaje que anuncia la salvación
El mensaje de Jesús sobre Dios es una buena noticia para la humanidad. Jesús anunció el Reino de Dios: una nueva y definitiva intervención divina, con un poder transformador tan grande, y aún mayor, que el que utilizó en la creación del mundo. En este sentido, como núcleo y centro de la Buena Nueva, Cristo anuncia la salvación: ese gran don de Dios que es liberación del pecado y del maligno, dentro de la alegría de conocer a Dios y de ser conocido por Él, de verlo, de entregarse a Él.
La catequesis transmite este mensaje del Reino, central en la predicación de Jesús. Y, al hacerlo, este mensaje se profundiza poco a poco y se desarrolla en sus consecuencias manifiestas, mostrando las grandes repercusiones que tiene para las personas y para el mundo.En esta explicación del Kerigma evangélico de Jesús, la catequesis subraya los siguientes elementos fundamentales:
- Jesús con la llegada del Reino, anuncia y revela que Dios no es un ser distante e inaccesible, no es un poder anónimo y lejano, sino que es el Padre, que está en medio de sus criaturas actuando con amor y poder. Este testimonio es dado de una manera sencilla y directa, es fundamental en la catequesis.
- Jesús indica, al mismo tiempo, que Dios con su reinado ofrece el don de la salvación integral:
– libera del pecado,
– introduce en la comunión con el Padre,
– otorga la filiación divina,
– promete la vida eterna venciendo a la muerte.
Esta salvación integral tiene su comienzo ciertamente en esta vida, pero tiene su cumplimiento en la eternidad.
- Jesús al anunciar el Reino, anuncia la justicia de Dios: proclama el juicio divino y nuestra responsabilidad. El anuncio del juicio de Dios, con su poder de formación de las conciencias, es contenido central del Evangelio y buena noticia para el mundo. La llamada a la conversión y creer en el Evangelio del Reino, que es Reino de justicia, amor y paz, y a cuya luz seremos juzgados, es fundamental para la catequesis.d. Jesús declara que el Reino de Dios se inaugura con Él, en su propia persona. Revela que Él mismo, constituido Señor, asume la realización de ese Reino hasta que lo entregue, consumado plenamente al Padre, cuando venga de nuevo en su gloria.
El Reino ya está misteriosamente presente en nuestra tierra, cuando venga el Señor se consumará su perfección.
La comunidad de los discípulos, su Iglesia: “Constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra”. Crezca como fermento de masa incorporando a todos los pueblos y a todas las culturas.
La Iglesia ya está efectiva y concretamente al servicio del Reino.
- Jesús manifiesta que la historia de la humanidad no camina hacia la nada sino que, con sus aspectos de gracia y el pecado, es, –en El– asumida por Dios para ser transformada.
La humanidad, en su actual peregrinar hacia la casa del Padre, ofrece ya un bosquejo del mundo futuro donde, asumida y purificada, quedar consumada.
La evangelización no puede menos de incluir el anuncio profético de un más allá, vocación profunda y definitiva del hombre, en continuidad y discontinuidad a la vez con la situación presente.
Un mensaje de liberación.
La Buena Nueva del Reino de Dios, que anuncia la salvación, incluye un mensaje de liberación. Jesús, al anunciar este Reino se dirige de una manera muy particular a los pobres, específicamente en las bienaventuranzas, (Lc 6,20-21). Estas bienaventuranzas son un anuncio escatológico de la salvación que el Reino trae consigo.
Ellas apuntan a esa experiencia tan lacerante a la que el Evangelio es tan sensible: la pobreza, el hambre y el sufrimiento de la humanidad.
La Iglesia, participa hoy, de la misma sensibilidad que tuvo su maestro. Con profundo dolor se fija en esos pueblos empeñados con todas sus energías en el esfuerzo y la lucha por superar todo aquello que les condena a quedar al margen de la vida: hambres, enfermedades crónicas, analfabetismo, desnutrición, injusticia en las relaciones internacionales, situaciones de neocolonialismo económico y cultural. Todas las formas de pobreza, no sólo económica sino también social y religiosa, preocupan a la Iglesia.
Como dimensión importante de su misión, la Iglesia tiene el deber de anunciar la liberación de millones de seres humanos entre los cuales hay muchos hijos suyos; el deber de ayudar a que nazca esta liberación, de dar testimonio de la misma, de hacer que sea total.
Para preparar a los cristianos a esta tarea, la catequesis cuidar, entre otros, los siguientes aspectos:
- Situar el mensaje de liberación en la perspectiva de la finalidad específicamente religiosa de la evangelización, ya que ésta perdería su razón de ser si se desviara del eje religioso que la dirige: ante todo el Reino de Dios, en su sentido plenamente teológico. Por eso el mensaje de la liberación no puede reducirse a la simple y estrecha dimensión económica, política, social o cultural, sino que debe abarcar al hombre entero, en todas sus dimensiones, incluida su apertura al Absoluto, que es Dios.b. La catequesis, en la tarea de la educación moral, presentar la moral social cristiana como una exigencia y una consecuencia de liberación radical obrada en Cristo. Esta es la Buena Nueva que los cristianos profesan, con el corazón lleno de esperanza: Cristo ha liberado al mundo y continúa liberándolo. Aquí ¡se genera la práctica cristiana, que es el cumplimiento del mandamiento del amor.
- Igualmente, en la tarea de iniciación a la misión, la catequesis suscitar en los catecúmenos y en los catequizandos la opción preferencial por los pobres que, lejos de ser un signo de particularismo o de sectarismo, manifiesta la universalidad del ser y de la misión de la Iglesia. Dicha opción no es exclusiva, sino que lleva consigo el compromiso por la justicia según la función, vocación y circunstancias de cada uno.La eclesialidad del Mensaje.
La naturaleza eclesial de la catequesis concede al mensaje evangélico que transmite un característico carácter eclesial. La catequesis tiene su origen en la confesión de fe de la Iglesia y conduce a la confesión de fe del catecúmeno y del catequizando.
La primera palabra oficial que la Iglesia dirige al bautizado adulto, después de interesarse por su nombre, es preguntarle: ¿Qué pides a la Iglesia de Dios? ¯. La fe, es la respuesta del candidato.
El candidato sabe que el Evangelio que ha descubierto y desea conocer, está vivo en el corazón de los creyentes. La catequesis no es otra cosa que el proceso de transmisión del Evangelio tal como la comunidad cristiana lo ha recibido, lo comprende, lo celebra, lo vive y lo comunica de múltiples formas.
Por eso, cuando la catequesis transmite el misterio de Cristo, en su mensaje resuena la fe de todo el Pueblo de Dios a lo largo de la historia: la de los apóstoles, que la recibieron del mismo Cristo y de la acción del Espíritu Santo; la de los mártires, que la confesaron y la confiesan con su sangre; la de los santos, que la vivieron y viven en profundidad; la de los Padres y doctores de la Iglesia, que la enseñaron luminosamente; la de los misioneros, que la anuncian sin cesar; la de los teólogos, que ayudan a comprenderla mejor; la de los pastores, en fin, que la custodian con celo y amor y la enseñan e interpretan auténticamente.
En verdad, en la catequesis está presente la fe de todos los que creen y se dejan conducir por el Espíritu Santo.
Esta fe, transmitida por la comunidad eclesial, es una sola. Aunque los discípulos de Jesucristo forman una comunidad dispersa por todo el mundo y aunque la catequesis transmite la fe en lenguajes culturales muy diferentes, el Evangelio que se entrega es sólo uno. La confesión de fe es única y uno sólo el Bautismo: un solo Señor, una sola fe, un solo Bautismo, un solo Dios y Padre de todos (Ef. 4,5).
La catequesis es, así en la Iglesia, el servicio que introduce a los catecúmenos y catequizandos en la unidad de la confesión de fe. Por su propia naturaleza alimenta el vínculo de la unidad de la confesión de fe. Por su propia naturaleza alimenta el vínculo de la unidad, creando la conciencia de pertenecer a una gran comunidad que ni el espacio ni el tiempo pueden limitar: Desde el justo Abel hasta el último elegido; hasta los extremos de la tierra; hasta la consumación del mundo.
Carácter histórico del misterio de la salvación.
La Iglesia, al transmitir hoy el mensaje cristiano desde la viva conciencia que tiene de Él, guarda constante memoria de los acontecimientos salvíficos del pasado, narrándolos de generación en generación. A su luz, interpreta los acontecimientos actuales de la historia humana, donde el Espíritu de Dios renueva la faz de la tierra y permanece en una espera confiada de la venida del Señor. En la catequesis patrística, la narración de las maravillas obradas por Dios y la espera del retorno de Cristo acompañaban siempre la exposición de los misterios de la fe.
El carácter histórico del mensaje cristiano obliga a la catequesis a cuidar estos aspectos:
a. Presentar la historia de la salvación por medio de una catequesis bíblica que d‚ a conocer las obras y palabras con las que Dios se ha revelado a la humanidad: las grandes etapas del Antiguo Testamento, con las que preparó el camino del Evangelio, la vida de Jesús, Hijo de Dios, encarnado en el seno de María que con sus hechos y enseñanzas llevó a plenitud la Revelación; y la historia de la Iglesia, transmisora de esa Revelación.
Esta historia leída desde la fe, es también parte fundamental del contenido de la catequesis.
b. Al explicar el símbolo de la fe y el contenido de la moral cristiana por medio de una catequesis doctrinal, el mensaje evangélico ha de iluminar el hoy de la historia de la salvación. En efecto, el ministerio de la palabra no sólo recuerda la revelación de las maravillas de Dios hechas en el pasado… sino que, al mismo tiempo, interpreta, a la luz de esta revelación, la vida de los hombres de nuestra ‚poca, los signos de los tiempos y las realidades de este mundo, ya que en ellos se realiza el designio de Dios para la salvación de los hombres.
- Situar los sacramentos dentro de la historia de la salvación por medio de una catequesis mistagógica, que relee y revive los acontecimientos de la historia de la salvación por medio en el hoy de la liturgia. Esta referencia al hoy histórico-salvífico es esencial en esta catequesis. Se ayuda, así¡, a los catecúmenos y catequizandos a abrirse a la inteligencia espiritual de la economía de la salvación.d. Las obras y palabras de la Revelación remiten al misterio contenido en ellas. La catequesis ayudar a hacer el paso del signo al misterio. Llevar a descubrir, tras la humanidad de Jesús, su condición de Hijo de Dios; tras la historia de la Iglesia, su misterio como sacramento de salvación; tras lo signos de los tiempos, las huellas de la presencia y los planes de Dios. La catequesis mostrar, así el conocimiento propio de la fe, que es un conocimiento por medio de signos.
La integridad del mensaje evangelico
En la tarea de inculturación de la fe, la catequesis debe transmitir el mensaje evangélico en toda su integridad y pureza. Jesús anuncia el Evangelio íntegramente: Todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer (Jn 15,15). Y esta misma integridad la exige Cristo de sus discípulos, al enviarles a la misión: Enseñadles a guardar todo lo que yo os he mandado (Mt 28,19). Por eso, un criterio fundamental de la catequesis es el de salvaguardar la integridad del mensaje, evitando presentaciones parciales o deformadas del mismo: A fin de que la “oblación de la fe” sea perfecta, el que se hace discípulo de Cristo tiene derecho a recibir la “palabra de la fe” no mutilada, falsificada o disminuida, sino completa e integral, en todo su rigor y su vigor.
Dos dimensiones íntimamente unidas subyacen a este criterio:
- Presentar el mensaje ¡íntegro, sin silenciar ningún aspecto fundamental o realizar una selección en el depósito de la fe, asegurando la trasmisión fiel de los contenidos fundamentales de la fe para contrarrestar los ataques de las sectas.
La catequesis, debe procurar activamente, proponer con fidelidad el tesoro ¡íntegro del mensaje cristiano. Esto debe hacerse, gradualmente, siguiendo el ejemplo de la pedagogía divina, con la que Dios ha ido revelando de manera progresiva y gradual. Esta integridad debe compaginarse con la adaptación.La catequesis, en consecuencia, parte de una sencilla proposición de la estructura íntegra del mensaje cristiano, y la expone de manera adaptada a la capacidad de los destinatarios. Pero esto no debe quedarse ahí, la catequesis, gradualmente, propondrá el mensaje de manera cada vez más amplia y explícita, según la capacidad del catequizando y el carácter propio de la catequesis.
Estos dos niveles de exposición son denominados: integridad intensiva e integridad extensiva.
b. Presentar el mensaje auténtico, en toda su pureza, sin reducir sus exigencias, por temor al rechazo; y sin imponer cargas pesadas que él no incluye, pues el yugo de Jesús es suave.
Este criterio acerca de la autenticidad está íntimamente vinculado al de la inculturación, porque ésta tiene la función de traducir lo esencial del mensaje cultural. En esta necesaria tarea, se da siempre una tensión: la evangelización pierde mucho de su fuerza si no toma en consideración al pueblo concreto al que se dirige, pero también corre el riesgo de perder su alma y desvanecerse si se vacía o desvirtúa su contenido, bajo el pretexto de traducirlo. El predicador del evangelio, aun a costa de renuncias y sacrificios, busca siempre la verdad que debe trasmitir a los demás. No vende ni disimula jamás la verdad por el deseo de agradar a los hombres, de causar asombro, ni por originalidad o deseo de aparentar. (EN 78)
En esta relación entre inculturación e integridad del mensaje cristiano el criterio que debe seguirse el de una actitud evangélica de apertura misionera para la salvación integral del mundo ¯ combinada con la aceptación de los valores verdaderamente humanos y religiosos, por encima de oscuridad inmovilista, con el compromiso misionero de anunciar toda la verdad del evangelio, por encima de fáciles acomodaciones que llevarían a desvirtuar el Evangelio y a secularizar la Iglesia. La autenticidad evangélica excluye estas actitudes, contrarias al verdadero sentido de la misión.
Un mensaje orgánico y catequizado
La catequesis debe ser una educación ordenada y progresiva de la fe.
b. Para que la catequesis sea educación ordenada y progresiva de la fe, tiene que ser pedagogía que responda claramente a las aspiraciones de todo el que ha sido salvado por la palabra de Dios.
la catequesis consiste en la educación ordenada y progresiva de la fe.
d. La catequesis es un proceso dinámico, gradual y permanente de educación en la fe.
El mensaje que transmite la catequesis tiene un carácter orgánico y jerarquizado, constituyendo una síntesis coherente y vital de la fe. Se organiza en torno al misterio de la Santísima Trinidad, en una perspectiva cristocéntrica, ya que este misterio es la fuente de todos los otros misterios de la fe y la luz que los ilumina. A partir de ella, la armonía del conjunto del mensaje requiere una jerarquía de verdades, por ser diversa la conexión de cada una de ellas con el fundamento de la fe cristiana. Ahora bien esta jerarquía no significa que algunas verdades pertenezcan a la fe menos que otras, sino que algunas verdades se apoyan en otras como m s principales y son iluminadas por ellas.
Todos los aspectos y dimensiones del mensaje cristiano participan de esta organicidad jerarquizada:
- La historia de la salvación, al narrar las “maravillas de Dios”, las que hizo, hace y hará por nosotros, se organiza en torno a Jesucristo, centro de la historia de la salvación. La preparación al Evangelio, en el Antiguo Testamento, la plenitud de la Revelación en Jesucristo, y el tiempo de la Iglesia, estructuran toda la historia salvífica, de la que la creación y la escatología son su principio y su fin.b. El símbolo apostólico muestra cómo la Iglesia ha querido siempre presentar el misterio cristiano en una síntesis vital. Este símbolo es el resumen y la clave de lectura de toda la Escritura y de toda la doctrina de la Iglesia, que se ordena jerárquicamente en torno a él.
- Los sacramentos son, también un todo orgánico, que como fuerzas regeneradoras brotan del misterio pascual de Jesucristo, formando un organismo en el que cada sacramento particular tiene su lugar vital. La Eucaristía ocupa en este cuerpo orgánico un puesto único, hacia el que los demás sacramentos están ordenados: se presenta como sacramento de los sacramentos.
- El doble mandamiento del amor, a Dios y al prójimo, es –en el mensaje moral– la jerarquía de valores que el propio Jesús estableció: De estos mandamientos pende toda la ley y los profetas (Mt 22, 40). El amor a Dios y al prójimo, que resumen el decálogo, si son vividos con el espíritu de las bienaventuranzas evangélicas, constituye la carta magna de la vida cristiana que Jesús proclama en el sermón del Monte.
- El Padre Nuestro, condensando la esencia del Evangelio, sintetiza y jerarquiza las inmensas riquezas de oración contenidas en la Sagrada Escritura y en toda la vida de la Iglesia. Esta oración, propuesta por el mismo Jesús a sus discípulos, trasluce confianza filial y los deseos más profundos con que una persona puede dirigirse a Dios.
Un mensaje significativo para la persona humana
La Palabra de Dios, al hacerse hombre, asume la naturaleza humana en todo menos en el pecado. De este modo, Jesucristo que es imagen de Dios invisible (Col 1,15), es también el hombre perfecto. De ahí que en realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del verbo encarnado.
La catequesis al presentar el mensaje cristiano, no sólo muestra quién es Dios y cuál es su designio salvífico, sino que, como hizo el propio Jesús, muestra también plenamente quién es el hombre al propio hombre y cuál es su altísima vocación. La revelación no está aislada de la vida, ni yuxtapuesta artificialmente a ella. Se refiere al sentido último de la existencia y la ilumina ya para inspirarla ya para juzgarla, a la luz del Evangelio.
La relación del mensaje cristiano con la experiencia humana no es puramente metodológica, sino que brota de la finalidad misma de la catequesis, que busca la comunión de la persona humana con Jesucristo. Jesús, en su vida terrena, vivió plenamente su humanidad; trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Pues bien, todo lo que Cristo vivió, hace que podamos vivirlo en El y que El lo viva en nosotros.
La catequesis actúa sobre esta identidad de experiencia humana entre Jesús, Maestro, y el discípulo, y enseña a pensar como El, obrar como El, amar como El. Vivir la comunión con Cristo es hacer la experiencia de la vida nueva de la gracia.
Por esta razón, eminentemente cristológica, la catequesis, al presentar el mensaje cristiano, debe preocuparse por orientar la atención de los hombres hacia sus experiencias de mayor importancia, tanto personales como sociales, siendo tarea suya plantear, a la luz del Evangelio, los interrogantes que brotan de ellas, de modo que se estimule el justo deseo de transformar la propia conducta en este sentido:
a. En la primera evangelización, propia del catecumenado o de la precatequesis, el anuncio del Evangelio se hará siempre en íntima conexión con la naturaleza humana y sus aspiraciones, mostrando cómo satisface plenamente al corazón humano.
b. En la catequesis bíblica, se ayudar a interpretar la vida humana actual a la luz de las experiencias vividas por el pueblo de Israel, por Jesucristo y por la comunidad eclesial, en la cual el Espíritu de Cristo resucitado vive y opera continuamente.
c. En la manifiestación del símbolo, la catequesis mostrar cómo los grandes temas de la fe (creación, pecado original, Encarnación, Pascua, Pentecostés, escatología…) son siempre fuente de vida y de luz para el ser humano.
d. La catequesis moral, al presentar en qué‚ consiste la vida digna del Evangelio y promover las bienaventuranzas evangélicas como espíritu que impregna al decálogo, las enraizar en las virtudes humanas, presentes en el corazón del hombre.
e. En la catequesis litúrgica, deber ser constante la referencia a las grandes experiencias humanas, significadas por los signos y los símbolos de la acción litúrgica a partir de la cultura judía y cristiana.
Principio metodológico para la presentación del mensaje.
Los métodos han de ser fieles a la integridad del mensaje cristiano, sin sacrificar aspectos sustanciales. Respetaran el ritmo que las personas y los grupos tienen para avanzar en su proceso de fe.
Los métodos descubrirán la unidad de la fe, señalando las relaciones profundas que hay entre los distintos aspectos del mensaje cristiano. Son necesarios para educar la fe con seguridad, respetando los valores centrales del mensaje cristiano.
Las normas y criterios señalados en este capítulo y que pertenecen a la exposición del contenido de la catequesis, deben ser aplicadas en las diferentes formas de catequesis: es decir, en la catequesis bíblica y litúrgica, en el resumen doctrinal, en la interpretación de las situaciones de la existencia humana, etc.
De estos criterios y normas, sin embargo no puede deducirse el orden que hay que guardar en la exposición del contenido. En efecto, es posible que en la situación actual de la catequesis, razones de método o de pedagogía aconsejen organizar la comunicación de las riquezas del contenido de la catequesis de un modo m s bien que de otro.
Se puede partir de Dios para llegar a Cristo, y al contrario; igualmente, se puede partir del hombre para llegar a Dios, y al contrario. La adopción de un orden determinado en la presentación del mensaje debe condicionarse a las circunstancias y a la situación de fe del que recibe la catequesis.
Hay que escoger el itinerario pedagógico más adaptado a las circunstancias por las que atraviesa la comunidad eclesial o los destinatarios concretos a los que se dirige la catequesis. De aquí la necesidad de investigar cuidadosamente y de encontrar los caminos y los modos que mejor respondan a las diversas situaciones.
Corresponde a los Obispos dar normas precisas en esta materia y aplicarlas mediante Directorios catequéticos, Catecismos para diferentes edades y situaciones culturales, y con otros medios que parezcan oportunos.
PARA REFLEXIONAR:
La catequesis es el desarrollo orgánico y sistemático del mensaje fundamental de Jesucristo destinado a la comunidad cristiana y al mundo. Este mensaje fundamental se define Kerigma. La catequesis es su desarrollo progresivo, destinado a todos los hombres de todas las culturas, en todos los lugares y en todos los tiempos
El acto catequético entraña dos elementos:
– El contenido del mensaje revelado por Cristo;
– El sistema y el método de difusión integral, en sintonía con las necesidades y las condiciones históricas de todos los hombres. (Mons. Darío Castrillón, Pro-prefecto de la Congregación para el Clero, 1997)
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