CUENTO PARA PENSAR LA CATEQUESIS: SI CREES EN MÍ, SUÉLTATE DE LA PEÑA

“Si crees en mí, suelta la peña” 

Un ateo cayó en un precipicio y, mientras rodaba hacia abajo, pudo agarrarse a una rama de un pequeño árbol, quedando suspendido a trescientos metros del fondo. Sabiendo que no podía quedar mucho tiempo en aquella situación, se dirigió a Dios gritándole: “Oh Dios, si existes, sálvame y te prometo que creeré en ti”.

Y Dios le contestó: “Te salvaré, pero antes tienes que creer en mí.”. Y el ateo, de pronto, contestó: “Sí, mi Dios, creo en ti”. Y entonces Dios le volvió a hablar diciéndole: “Si crees en mí, suéltate de la peña”. Y el ateo contestó: “Soltar la peña? ¡No soy loco”.

No hay que tomar al pie de la letra este cuento. La fe no elimina el uso de la razón, ni nos pide cosas descabelladas. Pero es verdad que la fe no se identifica con la razón. Son, como dice el papa en su última Encíclica: “Razón y fe”, como dos alas igualmente necesarias para volar. El cuento, sin embargo, nos hace ver con toda claridad que creer es confiar en Dios, en su palabra, dejando de lado lo que nos dice nuestra razón.

Este ateo no pensaba que creer en Dios significa abandonarse totalmente en Él, dejándose guiar por su voz. Una mujer, por ejemplo, desea tanto casarse y tener un hijo, pero piensa que si quiere ser honesta difícilmente encontrará marido. Creer en Dios significa esperar en Él sin más, porque lo que cuenta es sobre todo la amistad con Dios, cueste lo que costare. El único valor absoluto es Dios y lo único necesario es su amistad.

“Busquen primero el Reino de Dios, …Si tu ojo derecho te escandaliza, córtalo….Mejor es…

El ateo del cuento pedía un milagro pero no estaba dispuesto desprenderse de sus propias seguridades; quería quedarse agarrado a sus propias convicciones. Y esto implica no tener fe en Dios.

Los milagros no sirven para creer, sino que presuponen la fe. La fe viene antes que el milagro.

Se cuenta que, cuando Moisés alzó su bastón sobre el Mar Rojo, no se produjo el esperado milagro. Sólo cuando el primer hebreo se tiró al agua, éstas retrocedieron dejando pasar a los israelitas. El milagro Dios lo realizó cuando encontró a un hombre capaz de creer. La fe de aquel hombre casi obligó a Dios a realizar lo que él tuvo el coraje de creer, como exige Mc 11,24 “Todo lo que pidan en la oración, crean que ya lo han recibido y lo obtendrán”…

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