“EL CATEQUISTA PALABRA” LECTURA EN CLAVE CATEQUÍSTICA DE LA EG

EL CATEQUISTA PALABRA

Lectura en clave catequística de la Evangelii gaudium (EG)

John Jairo Marín Tamayo

Estas claves catquísticas de la Evangelii Gaudium las presentaremos en cuatro capítulos. Hoy presentamos el primer capítulo y la introducción.

Hoy tenemos la impresión de que el tiempo pasa rapidísimo y los cambios se suceden uno tras otro delante de nosotros sin que apenas podamos asimilarlos. Cuando algo nuevo se descubre, en ese mismo instante una nueva versión ya está en curso para reemplazarlo. Los éxitos musicales son efímeros, los avances tecnológicos nos dejan perplejos y las comunicaciones son inmediatas. A cada día el mundo se reinventa.

¿Y la Iglesia qué? ¿Debe cambiar?

Para responder a la misión que le fue encomendada, la Iglesia, como el mundo, tiene que reinventarse cada día. Sin perder su identidad, tiene que adaptarse al mundo actual y mostrarse creativa para ser “sal de la tierra y luz para el mundo”. Por ello, el papa Francisco, en su exhortación apostólica Evangelii gaudium (EG), invita “a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades” (EG 33).

La invitación está dirigida a todos los cristianos para dar inicio a una nueva era evangelizadora, marcada por el anuncio gozoso del evangelio (Eg 1). Se trata de una exhortación programática, que establece las pautas para que la Iglesia continúe su acción evangelizadora en un mundo caracterizado por el consumismo, el individualismo y el hedonismo superficial (EG 2).

La proposición del Papa lo lleva a soñar “con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual” (Eg 27).

La evangelización se convierte así en una prioridad para la Iglesia y, en este sentido, el Papa exhorta “a todos a aplicar con generosidad y valentía las orientaciones de su documento, sin prohibiciones ni miedos” (EG 33).

Con esta perspectiva se ha decidido hacer una lectura en clave catequística de la exhortación para extraer de allí los principios que deben servir de fundamento a la catequesis de hoy. Partiendo de esa base, se propone en primer lugar los principios para el desarrollo de la catequesis en el mundo de hoy, se continúa con la  presentación de  la  obra del  Espíritu  en los  catequistas  y se analiza con la presentación del perfil del catequista para esta nueva era de la evangelización, la cual exige nuevos catequistas que anuncien con entusiasmo vivo el evangelio en el mundo de hoy. Sin este nuevo catequista, resulta imposible entrar en esa nueva era evangelizadora.

  1. Evangelización y catequesis

En el primer capítulo de su exhortación, el papa Francisco retoma el mandato misionero de Jesús: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado” (Mt  28,19-20), para desde allí hacer tomar conciencia a toda la Iglesia de la importancia de renovar el anuncio de la Buena Nueva.

“Es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo” (EG 23). Ello implica el anuncio del kerygma, el cual “debe provocar también un camino de formación y de maduración” (EG 160). En otras palabras, el primer anuncio debe dar lugar a una formación más sistemática: la catequesis. Estas dos dimensiones de la evangelización, kerigma y catequesis, están en constante interacción, razón por la cual en “la boca del catequista vuelve a resonar siempre el primer anuncio” (EG 164).

En este sentido, la catequesis “es ante todo la profundización del kerygma que se va haciendo carne cada vez más y mejor, que nunca deja de iluminar la tarea catequística, y que permite comprender adecuadamente el sentido de cualquier tema que se desarrolle en la catequesis” (EG 165). Pero la catequesis no es sólo anuncio, es también una experiencia de formación progresiva en la que interviene toda la comunidad, una iniciación mistagógica en la que se presentan los signos litúrgicos de la iniciación cristiana con renovada valoración (EG 166). Así comprendida, la catequesis es un anuncio de la Palabra que debe estar centrada en ella.

Este anuncio “necesita una adecuada ambientación y una atractiva motivación, el uso de símbolos elocuentes, su inserción en un amplio proceso de crecimiento y la integración de todas las dimensiones de la persona” (EG 166). Como proceso de formación, la catequesis se relaciona estrechamente con la teología y las ciencias de la educación. De un lado, busca la adhesión personal del catequizando a Jesucristo y hace del mensaje de Cristo el centro de la enseñanza y, del otro, debe transmitir la integridad de los contenidos del mensaje cristiano de manera sistemática, orgánica, programada y adaptada.

Además de las relaciones que debe entablar con la teología y la educación, la catequesis requiere de hombres y mujeres catequistas, mensajeros alegres que hagan resonar en adultos, jóvenes y niños el mensaje liberador de Jesucristo para que todos ellos se adhieran definitivamente al mensaje y a la persona de Jesús. Cuando se habla del catequista, no se habla solamente de un individuo, sino ante todo de la comunidad de catequistas, es decir, de los discípulos que comunican con alegría el mensaje de salvación.

En ese sentido, hay que decir que el catequista en singular no existe, donde quiera que se encuentre un catequista se encuentran los catequistas, porque la catequesis es un acto de comunión eclesial. Este acto de comunión eclesial surge tanto del mandato misionero como de la comunidad creyente que asume dicha misión. Todo el pueblo de Dios es responsable de la educación en la fe de sus miembros. La comunidad eclesial es el espacio donde crecen y maduran en la fe los que se convierten a Jesús. Por ello, en la comunidad eclesial debe “tomarse muy en serio a cada persona y el proyecto que Dios tiene sobre ella” (EG 160). Más aún, la comunidad cristiana es el lugar por excelencia de la catequesis, así “la Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma” (EG 24). Cuando se dice que se necesita un evangelizador, estamos diciendo que se requiere, hoy más que nunca, de una comunidad que, evangelizada, evangelice (EG 139).

Es la comunidad la que responde a la misión y prepara a quienes en su nombre ejercen dicha misión. Al mismo tiempo, la Iglesia que catequiza se catequiza, y para ello establece itinerarios catequísticos que le permitan a la comunidad crecer y madurar en su fe inicial para que, como san Agustín, “oyendo crea, y creyendo espere, y esperando ame”

  1. Al tratarse de un acto de comunión eclesial, la acción catequística es delegada por la comunidad a hombres y mujeres, que en nombre de ella, deben servir desde el ministerio de la catequesis a la misión universal de la Iglesia. Se requiere de hombres y mujeres llenos del Espíritu de Dios, que estén al servicio de la humanidad, es decir, “evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo” (EG 259).

San Agustín, De catechizandis rudibus, en concilio Vaticano II, Constitución dogmática Dei Verbum no 1.

Comprendida como acto de comunión eclesial, la catequesis busca integrar a los catequizandos dentro de la comunidad. Todo aquel que expresa una adhesión a Jesucristo tiene necesidad de vivir, compartir y celebrar su fe con aquellos que igualmente han optado por el Señor resucitado, pues “la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe ‘festejar’. Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización” (EG 24).

Catequizar incluye, así, como el elemento constitutivo, la transformación de la sociedad para hacerla más humana, justa y fraterna, que es el signo evidente de la presencia del Reino en nuestro mundo. “En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos” (EG 180). El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre y por ello pide a sus discípulos proclamar la proximidad del Reino (Mt 10,7), pues “sabemos que Dios quiere la felicidad de sus hijos también en esta tierra” (EG 182). Si evangelizar es hacer presente el reino de Dios en nuestra historia, se hace absolutamente necesario considerar la dimensión social de la evangelización. “Si bien ‘el orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política’, la Iglesia ‘no puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia’.

Todos los cristianos, también los pastores, están llamados a preocuparse por la construcción de un mundo mejor” (EG 183). Es deber de la catequesis integrar estas cuestiones en sus contenidos para que el pueblo se comprometa a contribuir a la solución de los problemas más agudos que vive el mundo actual. La misión de enseñar el evangelio en el mundo moderno requiere que nos empeñemos en la liberación integral del ser humano. En efecto, si el mensaje cristiano sobre el amor y la justicia no se manifiesta en la acción por la justicia en el mundo, muy difícilmente obtendrá credibilidad entre los hombres de hoy. “La Iglesia ha reconocido que la exigencia de escuchar este clamor brota de la misma obra liberadora de la gracia en cada uno de nosotros, por lo cual no se trata de una misión reservada sólo a algunos: ‘La Iglesia, guiada por el evangelio de la misericordia y por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y quiere responder a él con todas sus fuerzas’” (EG 188).

Dios los bendiga y les de la gracia de ser Catequistas comprometidos con y para Jesucristo

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