EL CATEQUISTA TIENE LA MISIÓN DE ENSEÑAR A ORAR

EL CATEQUISTA TIENE LA MISIÓN DE ENSEÑAR A ORAR

 

Esta tarea tan necesaria en la Iglesia desde los cimientos de la evangelización es cometido también del catequista. Desde la infancia, junto con el aprender las oraciones más usuales del cristiano, el niño ha de aprender a hablar con Dios, a contemplarlo y a escucharlo. De aquí que el catequista tome conciencia de esta tarea y de que a medida que la persona va creciendo en edad ha de ser enseñado en un tipo de oración que le ayude a vivir la fe de forma coherente y comprometida. Siempre habrá en la Iglesia esta necesidad de formar “maestros de oración” y no puede olvidarse que el catequista ha de serlo, y por tanto ha de saber iniciar a los catecúmenos y catequizandos en la oración.

El catequista, “maestro de oración”

Como ya hemos dicho que nadie puede dar lo que no tiene, si el catequista ha de enseñar a orar ha de tener experiencia de oración. Su enseñanza ha de ser mistagógica, es decir, que parte de la experiencia y que quiere enseñar con la experiencia. Aunque es necesario un conocimiento acerca de la oración, lo que más necesita es la experiencia. En el ámbito de la oración es donde se ve más preciso comunicar y recibir ayuda experiencial. Para ello ha de tener presente los siguientes componentes: la comunicación directa de Dios, la persona orante que acoge y dialoga con todo su ser, la práctica de la oración y experiencia, el proceso orante y su gradualidad, la información y ayuda, los recursos ambientales.

El catequista como “mistagogo de la oración” debe cuidar “el paso interior” de la formación doctrinal a la praxis vivencial. Es el paso de las ideas y métodos sobre la oración al ejercicio práctico de la oración, entrar en oración, saber estar en oración. El buen catequista experimentado en el arte de la oración sabrá llevar a los catecúmenos en un proceso dinámico desde “hacer oración” hasta llegar a “ser orante”, pasando por llevar una “vida de oración” ordenada y fiel.

Quizás nos encontremos con catequistas que conozcan la teoría de la oración pero les falte la experiencia. Entonces su oración es pobre y muchas veces superficial, conseguirían mucha más fecundidad evangélica en sus catequizandos si buscaran a través de la experiencia. La oración la valora aquel que la ha experimentado y ha visto los efectos que ha producido en su vida.

Si el catequista se hace “maestro de oración” llevará a los catecúmenos a la

experiencia de sentirse tocados por el Señor. Cuando esto sucede la persona se pone en búsqueda con el deseo de experimentar lo mismo otra vez, pero dicha experiencia es irrepetible y Dios se hace sentir de una nueva forma. A medida que va pasando el tiempo el catecúmeno puede ir experimentando el otro rostro de Dios, el rostro de su ausencia. Es la experiencia de otra forma de presencia divina, como aridez, desierto, incluso oscuridad. Este itinerario de una vida de oración será distinto en cada persona ya que cada persona es diversa e irrepetible. Cuestión que ha de tener muy presente el catequista para poder enseñar y acompañar en este camino.

Iniciar a la oración

 Una de las tareas del catequista en su misión de evangelizar es iniciar a los catequizandos a la oración: «El catequista ha de estar capacitado para iniciar a los cristianos en la oración» Pero sólo podrá enseñar a orar cristianamente quien es conocedor del misterio salvífico de Cristo y vive el Evangelio:

Sólo quien es un conocedor del misterio salvífico de Cristo, puede iniciar a otros en este conocimiento, como sólo el que vive el Evangelio puede ofrecer un modo de entender la vida según el Señor Jesús y enseñar a orar desde su propia experiencia y celebrar la palabra y los sacramentos, desde su vivencia comunitaria ».

Es de gran importancia poner bien los cimientos de la oración. Esta base oracional ha de emprender el camino en la familia, luego se desarrollará en la comunidad a través de la liturgia, la catequesis y la oración comunitaria, también será de gran ayuda la enseñanza acerca de la oración recibida en los Centros donde se imparte la enseñanza religiosa. Descubrir la necesidad de esta misión es un don de Dios, que hay que cuidar con el esfuerzo y la entrega a esta tarea. La misión del catequista a este respecto es que el catecúmeno y catequizando penetre en la experiencia oracional:

«La verdadera enseñanza de la oración se basa en la iniciación, en ese proceso por el que el discípulo es conducido a penetrar en una experiencia. De ahí la importancia de la oración familiar en la educación religiosa de los niños y, además, de que la liturgia sea, para los cristianos, su gran escuela de oración»

Esta iniciación a la oración hará que el catequizando participe de forma más consciente y auténtica en la celebración sacramental. Iniciar al catequizando en la oración sálmica, en la dimensión contemplativa de la experiencia cristiana. Esto  es convertir el proceso catequético en una verdadera escuela de oración. Retomamos de nuevo el texto ya citado:

«No podemos menos de alabar los esfuerzos realizados entre nosotros para tratar de conseguir que un proceso catequético que se convierta en verdadera escuela de oración.

En este sentido La “traditio orationis dominicae” (entrega del Padre nuestro) es una dimensión de la catequesis que ha de estar permanentemente presente a lo largo de todo el proceso. Iniciar al catequizando en la plegaria de los salmos, desarrollar en él la dimensión contemplativa de la experiencia cristiana…, es imprescindible para la catequesis. Todo esto debe hacerse desde las actitudes religiosas que configuran el “Padre nuestro”, modelo de toda oración cristiana»

Ahora bien, si el catequista quiere llevar a los catequizandos a una oración profunda y duradera, deberá enseñar a:

  • Descubrir las profundas raíces humanas que llevan a la oración: la humildad, la compasión, la bondad, la justicia, la confianza, etc., porque estas actitudes son las que dan belleza a la oración.
  • Aprender a vivir en grupo, como hijos de Dios y como hermanos: el grupo es el lugar del aprendizaje para la oración, tanto personal como comunitaria. Es en el grupo donde se despliegan los sentimientos del corazón que son elevados al Señor.
  • Vivir en ambiente propicio de oración: cultivando el silencio, el recogimiento, el respeto; creando un ambiente de admiración y de contemplación; preparando el cuerpo y el espíritu para la oración.

A medida que la oración del catequista y de los catequizandos sea más profunda, la fe y la vida evangélica tendrán más interioridad y se notará la presencia de la acción del Espíritu en los riesgos, compromisos y entrega. Se percibirá la obra de Dios en sus elegidos.

P. LAZARO ALBAR

4 respuestas a “EL CATEQUISTA TIENE LA MISIÓN DE ENSEÑAR A ORAR”

  1. Veronica moreno cruz dice:

    Excelente, me gustó mucho. Siempre es de mucha utilidad estar formandonos y porque la mision que tenemos sea lo mas cristianamente posible. Dios los bendiga

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