“Mi doctrina no es mía, es de Aquel que me ha enviado” Jn 7,16 Espiritualidad es:
“Ser una persona con una profunda vida interior, que reconoce el valor de la oración y ama profundamente a Jesús y a su Iglesia”. Para llegar a esta cumbre de vida cristiana, ideal soñado por el auténtico catequista…
Los catequistas que quiere el Papa Francisco y que la Iglesia necesita:
¡CATEQUISTAS! Para trasmitir fielmente el mensaje de Dios, el Catequista debe llenarse de Dios:
“El mejor catequista no es el que enseña lo que sabe, sino el que enseña lo que vive”…
Si se vive a Dios y se vive con Dios esa experiencia debe aparecer en sus palabras y en sus actitudes:
1.- Modelos de Fe
2.- Que viven el encuentro personal con Cristo
3.- Frecuenten los sacramentos
4.- Combatan la miopía espiritual
5.- Adoradores de Jesús Eucaristía
6.- Conscientes de ser vasijas de barro
7.- Audaces y fervorosos
8.- Comparte la experiencia de haber encontrado al Señor.
9.- Que salgan a “LA PERIFERIA”.
10.- Que le tengan un gran amor y devoción a María
11.- ¡Qué tenga contacto asiduo con la Palabra de Dios,
12.- Dejarse guiar por las mociones del Espíritu Santo
13.- Qué tenga desapego de sí mismo para vivir las virtudes teologales
Como toda espiritualidad cristiana, también la de los catequistas se sustenta en último término en la práctica y el ejercicio de las virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad. Virtudes por las que todo bautizado participa de la vida divina y, como el sarmiento que está unido a la vid, es capaz de dar fruto y fruto abundante (cfr. Jn 15,5)
FE
El catequista, como testigo de la fe ha de conocer y meditar constantemente los contenidos básicos de la fe de la Iglesia tal y como los profesamos en el Credo.
La oración del catequista introducirá la meditación como fuente de un conocimiento vivo de los contenidos de la fe, contenidos en una experiencia propia personal que, luego transmitirá a los interlocutores.
Esta oración contemplativa deberá ser alimentada por la Lectio Divina
* El catequista, testigo de la fe.
De aquí la necesidad de una meditación constante de las realidades fundamentales de la fe: Los acontecimientos salvíficos —sentido y clave de toda la Escritura.
Los valores evangélicos más esenciales tal y como aparecen en las Bienaventuranzas y en el conjunto del Sermón del Monte. En consecuencia, el catequista habrá de cuidar, sobre todo, el encuentro con Jesús en la celebración de los sacramentos, y también en la oración personal y comunitaria.
La oración del catequista estará influida de espíritu litúrgico. Debe saber encontrarse a gusto en la celebración de la eucaristía.
* El catequista, testigo de la fe.
Si la tarea y función del catequista es, principalmente, iniciar en lo esencial de la fe: La fe del catequista se tiene que alimentar necesariamente del encuentro vivo con Jesucristo, que es quien nos conduce al Padre y nos entrega su Espíritu para que podamos creer que Jesús es el Señor, el enviado por Dios para salvar y rescatar lo que estaba perdido.
* El catequista, testigo de la fe.
La fe se ha de transmitir con la palabra, pero, sobre todo, con el ejemplo. Por eso el catequista debe configurar su vida y su persona conforme a aquello mismo que enseña y transmite, de manera que, aunque “maestro de la fe”, sea, por encima de todo, “testigo de la fe”.
* El catequista, testigo de la fe.
Si la tarea y función del catequista es, principalmente, iniciar en lo esencial de la fe: La fe del catequista se tiene que alimentar asimismo de todo aquello que por voluntad del Padre nos ha sido revelado a los hombres a lo largo de la historia de salvación, tal y como nos ha sido transmitido en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia.
Continuará con la Virtud de la Esperanza.
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