ESPIRITUALIDAD DEL CATEQUISTA

El catequista, testigo de la esperanza

 

 

 

Las condiciones pobres y a menudo insuficientes en las que se desarrollar la catequesis.

La oposición o el descrédito del hecho religioso por parte de una sociedad cada vez más cambiada y laicista, que ha olvidado y vive de espaldas a sus raíces cristianas.

Las nuevas escalas de valores dominantes, tan alejadas de los criterios evangélicos y en contradicción.

*El catequista, testigo de la esperanza.

 La esperanza del catequista nace, de la misma fe que está llamado a anunciar: Vive de la seguridad de que, al igual que Cristo resucitó, también nosotros resucitaremos, y si perseveramos hasta el final, heredaremos con Cristo: Esta seguridad nos lleva, por un lado, a valorar, a trabajar y a esforzarnos decididamente por conservar y acrecentar las cosas buenas que el Señor ha sembrado, por otro lado, hace que los sufrimientos del momento presente no  sean nada en comparación con la excelencia de lo que un día se nos descubrirá (cfr. Rm 8,18).

*El catequista, testigo de la esperanza

La esperanza del catequista nace, de la misma fe que está llamado a anunciar: confía en la palabra del Señor, que nos dice: el Reino de Dios es como una semilla que crece… (cfr. Mc 4,26-28). Una semilla de grano de mostaza, que está destinada a desarrollarse y crecer hasta convertirse en un gran árbol; o como la pequeña cantidad de levadura que una mujer pone en la masa, y que es capaz de fermentarla toda y convertirla en sabroso pan. «Ojalá que el mundo pueda percibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de catequistas cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido la alegría de Cristo» (Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 80).

«La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos, no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo» (CEC 1817). Algunas dificultades con las que el catequista se encuentra habitualmente:

* El catequista, testigo de la esperanza

Las malas disposiciones o limitaciones de los interlocutores que les cuesta  responder al Evangelio. La propia falta de fe, creada por situaciones dolorosa entre el Evangelio que anuncia y su vivencia real.

 * El catequista, testigo de la esperanza.

La esperanza del catequista nace, de la misma fe que está llamado a anunciar: Apoyado en esta esperanza, el catequista, está seguro de poder superar los obstáculos y dificultades inherentes a su tarea. No le faltarán ánimos para asumir e incluso dar sentido a los sufrimientos que le sobrevendrán en el ejercicio de su ministerio.

* El catequista, testigo de la esperanza.

Inspirándonos en el apóstol san Pablo, podemos decir que la esperanza cristiana ha de infundir en el catequista una energía interior que se manifiesta en la alegría íntima de saberse anunciador del Evangelio, aunque en ocasiones, esto  sea la causa de algunos (o muchos) sufrimientos.

¡EL CATEQUISTA, SIEMPRE SERÁ TESTIGO DE LA ESPERANZA!

 

 

 

 

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