ESPIRITUALIDAD II: EL CATEQUISTA, TESTIGO DE LA FE EN DIOS TRINO, EN LA COMUNIÓN DE LA IGLESIA

El catequista, testigo de la fe en el Dios Trino, en la comunión de la Iglesia

 

  1. El catequista, testigo de la fe en el Dios Trino, en la comunión de la Iglesia

2.1. El catequista, testigo de la memoria Dei

El catequista es testigo de la memoria de Dios, y para eso debe llevar en su mochila el Catecismo y la Biblia.

El Papa Francisco afirmo que el catequista es el que custodia y alimenta la memoria de Dios, para sí mismo y para despertarla en los demás, como lo hizo la Virgen María, quien recibe el anuncio del Ángel, se pone en camino y, al encontrarse con su prima Isabel, hace memoria de Dios en el cántico del Magnificat. María une la historia de Dios con su propia historia personal.

El papa Francisco pone de manifiesto que el catequista es testigo de una historia que nos precede y que él no puede inventar o modificar a su antojo. Es la memoria de las maravillas de Dios, que obró en el pasado pero que sigue realizándolas en aquellos que saben contemplar esta historia con los mismos ojos de Dios.

La catequesis tiene que brotar de la Revelación de Dios.

Por la Revelación Dios habla a sus amigos.

Por la Revelación el hombre conoce quién es Dios y quién es él mismo, y el catequista es el que debe custodiar y alimentar la memoria de Dios; y despertarla en los demás.

Las historia de Dios con nosotros

Debe hacer presente que la historia de Dios con nosotros es historia de nuestra salvación.

Cuando el catequista da testimonio de la fe, da testimonio de las maravillas que Dios ha hecho con él. La fe contiene la memoria de la historia de Dios con nosotros.

El catequista pone esta memoria al servicio del anuncio, cuidando de no quedar él en el primer plano, sino Dios.

Esa historia de salvación no es algo del pasado, sino que sigue en el presente. No es un mero recuerdo intelectual. El catequista debe alimentar y actualizar esa historia en su vida.

La labor del catequista es ver -y ayudar a ver- la realidad con los ojos de Dios.

Como por ejemplo el milagro del nacimiento de un niño. Hay cosas que damos por supuestas, pero sin embargo son milagros. Debemos ayudar a nuestros catequizandos a tener esa mirada trascendente.

2.2. El catequista, testigo de la memoria Iesu en el Espíritu Santo

El catequista debe ser testigo de la memoria de Jesús en el Espíritu Santo.

La Revelación de Dios, que es ya testimonio de sí mismo, alcanza su plenitud por medio de Jesucristo, el testigo por excelencia de la fe.

Jesús  habla de lo que ha visto y oído.

¿Qué lugar ocupa Jesús en nuestra vida? Jesucristo es el catequista por excelencia. Jesucristo da a conocer al Padre.

Es el testigo fiel y veraz. Jesús hace presente al Padre por medio de sus signos. Él habla de lo que ha visto y oído. Todo el que escucha la verdad, escucha Su voz.

El catequista debe poner su mirada en Jesucristo, el testigo fiel y verás.

El catequista se siente llamado con todo su ser a transmitir la Revelación de Dios por Cristo y en el Espíritu Santo.

La tarea del catequista es poner en intimidad con Jesucristo.

El catequista debe ser dócil al Espíritu Santo.

No se puede preparar la catequesis sin oración.

2.3. El catequista, testigo de la memoria fidei Ecclesiae

El testimonio de la fe es siempre dentro de la Iglesia, por lo tanto, un catequista no puede dar testimonio de la fe fuera de la Iglesia.

Existe un solo testimonio: el del Espíritu, en la Iglesia.

Nosotros recibimos ese Espíritu de Dios, pero a través de la Iglesia.

Un catequista no puede no-sentirse Iglesia, y la fe tiene que tener una configuración necesariamente eclesial.

2.3.1. Configuración eclesial de la fe

Lo que sostiene nuestra fe es también nuestra pertenencia a la Iglesia. La fe, siendo personal, es eclesial.

El cristiano no solamente debe creer en Dios, también debe creer en la Iglesia como mediación querida por Dios para revelarse al hombre hoy.

La Iglesia es órgano de discernimiento de lo que debe ser creído, y es el camino por el cual llegamos a Dios.

Aunque Dios puede usar otros caminos, la mediación más completa para llegar a Dios es la Iglesia.

En este marco, el catequista ha de situarse como enviado por Dios, a través de la Iglesia.

2.3.2. La Iglesia, primera creyente

Ser cristiano consiste en insertarse en la Iglesia, en la fe del Pueblo de Dios.

La Iglesia es en sí misma catequesis viviente, con su vida y con su culto, transmite a todas las edades lo que ella cree y lo que ella es. El catequista debe transmitir lo que él ha recibido.

Hoy en día hay mucha gente que no conoce a Jesucristo.

El catequista debe transmitir el don recibido de manera significativa para que quienes lo reciban lo vivan como un don y como una gracia.

2.3.3. Catequista, testigo y eslabón de la Traditio apostolica

En virtud de esta voluntad salvífica universal, Dios ha dispuesto que la Revelación se transmitiera a todos los pueblos, a todas las generaciones, y permaneciese íntegra para siempre. Y lo hizo a través de los Apóstoles. Esta Tradición apostólica se perpetúa en la Iglesia y por la Iglesia. Toda ella, pastores y fieles, vela por su conservación y transmisión.

En este marco, el catequista ha de situarse como aquel que es enviado por Dios a través de su Iglesia para que transmita la fe que la Iglesia cree, celebra, vive y ora.

2.3.4. La catequesis al servicio de la comunión eclesial

El catequista habrá de tener presente que la misión de la catequesis consiste en transmitir lo que primeramente ha recibido y deberá esforzarse por transmitir esta Traditio de tal modo que sea significativa para el destinatario concreto al que se dirige su labor.

Por ello, el catequista intentará conseguir que todo aquello que transmite de la fe de la Iglesia sea percibido por los destinatarios como buena noticia para su vida, como luz para su caminar y como sentido concreto para su existencia.

La fe es una buena noticia para la vida, no una carga. La moral es en un segundo momento. No puede ser lo primero. Si la moral es lo primero, vivimos la fe como un peso, no como una buena noticia. La buena noticia de la fe nos tiene que liberar, nos tiene que dar un sentido concreto para nuestra existencia.

Nuestro Dios es un Dios que salva.

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