PARA PENSAR LA CATEQUESIS: CON LOS OJOS CERRADOS FÍATE DE TU PAPÁ

Con los ojos cerrados caminando de la mano de su papá

Hace pocos días, vi esta sencilla escena en la calle;: un muchacho de unos siete años venía con sus padres en dirección contraria a mí. Llevaba los ojos cerrados y tenía fuertemente agarrada  su mano a la mano de su padre. Estaban evidentemente jugando. Su padre le decía: “Fíate de mí. No abras los ojos. Yo te llevaré sin que tropieces. Y luego tú a mí. Pero si abres los ojos, no vale. ¿Ves? ¡Ya los has abiertos!” Y los dos se rieron.

Parece sencillo dejarse guiar por la voluntad de Dios., pero no es tan fácil. Nos gusta ver dónde ponemos el pie y adónde dirigimos nuestros pasos. Aunque sea nuestro Padre Dios quien nos tiene de la mano, estamos tentados de abrir los ojos con disimulo para ver el camino; es decir, queremos comprender y razonar; y se acaba entonces el riesgo de la fe.

“La fe es más semejante a una voz que a una luz” nos dice S. Tomás de Aquino.

Cuando en las noches más oscuras las naves se acercan al puerto, los faros encendidos las pueden orientar. Pero cuando el cielo está nublado o la niebla lo cubre todo con su manto gris, hace falta una sirena, que con su fuerte sonido las guíe con seguridad.

Así es la fe que es la respuesta a la voz de Dios que nos habla por medio de las criaturas o a través de los profetas o finalmente y de manera más directa, personal, a través de Jesucristo.

No es fácil dejarse llevar por la voz de Dios. Nos cuesta tener los ojos vendados y dejarnos llevar por Dios. Estamos tentados a abrir los ojos, como aquel chico, es decir, seguir la razón y guiarnos por nuestros puntos de vista…

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