PENSAR LA CATEQUESIS: EL NIÑO PASEA A SU MAESTRA EN SILLA DE RUEDAS

Los niños pasean a su maestra en silla de ruedas

Jacinto le preguntó, aquella tarde a su pequeña amiga Gabriela. – ¿Qué has hecho hoy en la escuela?

– He hecho un milagro – respondió la niña. -¿Y qué milagro hiciste? – Tenemos como profesora a una señorita que está muy enferma. No puede caminar y la llevan a la escuela sobre una silla de ruedas. La señorita hoy nos hablaba de los milagros de Jesús. Y los niños le dijeron: – No es verdad que haya milagros porque si los hubiera, Dios te hubiera curado a ti –

– Y ella, ¿qué dijo?: – Sí, Dios hace también milagros para mí – ¿Qué milagros te ha hecho Dios? –

– Mi milagro son ustedes – Porque me llevan los miércoles a pasear, empujando mi silla de ruedas.” “¿Lo ves? Hacemos milagros todos los miércoles por la tarde. La señorita dijo también que habría muchos más milagros si la gente quisiera hacerlos”.

Los milagros espirituales, los actos de amor, son más importantes que las curaciones del cuerpo. La vida no es para sentarse esperando que Dios haga milagros espectaculares en nuestro favor; ni es para limitarse a confiar en que él resuelva nuestros problemas, sino para empezar a hacer ese milagro pequeño que él puso en nuestras manos, el milagro de querernos y ayudarnos. ¿Es más milagroso devolver la vista a un ciego o curar a un amargado para que vuelva a esperar? ¿Es un milagro más grande multiplicar los panes o repartirlos bien? ¿Más asombroso cambiar el agua en vino o el egoísmo en fraternidad?

“La felicidad – decía Follereau – es lo único que estamos seguros de poseer cuando buscamos la felicidad de los demás. Hay que crear otras felicidades para ser feliz. Hay que regalar mucho para tener las manos llenas..

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