PENSAR LA CATEQUESIS: LOS CAMELLOS NERVIOSOS HAY QUE DEJARLOS QUE SE DESAHOGUES SU RABIA

 Los camellos nerviosos hay que dejarlos que desahoguen su rabia

 

Al camello, si no le das de beber todos los días, no le importa; si no le das de comer, tampoco, si no le dices el camino, él lo sabe, él te llevará, él te traspasará hasta el otro lado del desierto, te pondrá sano y salvo en la otra orilla.

En la India tenemos muchos camellos, los vemos con frecuencia. Son bestias tranquilas, pero cuando se enojan pueden ser peligrosos. Tiene una fuerza enorme el camello y con su patas puede tumbar un coche y esa dentadura enorme puede destrozar un cráneo humano sólo de un bocado. Y los camelleros lo saben muy bien..

El camellero, a veces, tiene que frenarlo o estimularlo para que vaya más de prisa. Tiene que frenarlo ante un paso nivel o no dejarle comer la paja del carro que les está delante, y los camellos obedecen con mucha paciencia y tranquilidad.

Naturalmente el resentimiento se va acumulando en la joroba del camello. El camello quiere a su camellero como la vaca quiere a su dueño pero también tiene este resentimiento. Si el camello llega a enojarse, pobre camellero. Pero los camelleros conocen muy bien a sus camellos y antes de que lleguen al tope, les hacen descargar sus sentimientos negativos. Aparcan su carro, desatan el camello y lo dejan libre. Luego toman su turbante, que es su símbolo; está incluso impregnado de sus olores, de su personalidad y generosamente lo arrojan a los pies del camello. El camello entonces se lanza a cuatro patas a pisotearlo, lo hace trizas y lo destroza todo con locura. El camellero lo observa con toda tranquilidad desde lejos. El camello desahoga todos sus malos sentimientos y el camellero lo mira tranquilo, Por fin el camello se cansa, deja por tierra el turbante hecho trizas y vuelve a ser un camello tranquilo y pacífico. El camellero sabe que ha pasado la crisis, se compra otro turbante, porque ya el que tenía no le sirve más y vuelve tranquilamente a sus caminos con el camello atado a su carro, como si nada hubiera pasado.

También los seres humanos somos un poco como los camellos; podemos soportar, tragar humillaciones y dominar nuestros sentimientos negativos, etc. Pero todas las cosas tienen un límite y a veces hace falta descargar la tensión acumulada y desahogarse con alguien que sepa comprender también lo excesivo de nuestras expresiones. El filósofo Aristóteles pensaba que la representación de la vida real en los espectáculos trágicos podía servir como catarsi o purificación. La carta a los Efesios también nos amonesta a no provocar a los demás “Y ustedes padre, no irriten a sus hijos, sino para educarlos, usen la corrección y advertencias que puede inspirar el Señor” (Ef 6,4)

También las burlas tienen un límite que no se puede superar. Tenemos que darnos cuenta hasta qué punto reírse de un defecto de una persona puede ser un signo de basilar o cuando, en cambio, se convierte en ofensa.

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